Premium

Señor presidente, su reputación es lo de menos

Avatar del Martin Pallares

Para cuando llegue el juicio será tarde y entonces estará crucificado

Guillermo Lasso salió a decir el jueves que hará todo lo que esté a su alcance para salvar lo que para él es lo más sagrado: su reputación y la de su familia. El problema está en que, tal y como ha diseñado la batalla para salvar su dignidad, es el país el que terminará en soletas. No se diga su Presidencia y hasta su integridad personal.

La ecuación es sencilla: la hoja de ruta que tiene en mente establece que irá hasta la Asamblea para defenderse y en ese foro va a decir a los asambleístas que ha enviado el decreto de muerte cruzada. El guion tiene tintes heroicos, pero promete ser catastrófico. Veamos.

Para comenzar, ir a la Asamblea para defenderse significa que tiene que esperar al menos 40 días. Ese es tiempo suficiente para que sus enemigos dejen listo el terreno para que el día del juicio haya un clima social de espanto. Cuarenta días es más que suficiente para que la Conaie organice movilizaciones y cope las calles de Quito para hacer que su llegada a la Asamblea sea en medio de un clima social apocalíptico, ideal para que los asambleístas se envalentonen y desafíen la medida.  

Además, las mafias del narcotráfico que trabajan para sacar a Lasso del poder se darán gusto cometiendo actos de violencia para crear un ecosistema anímico de zozobra. Lo que ocurrió con el hombre al que se le forró de explosivos en Sauces 9 es un ejemplo.

Esperar más de un mes para hacer un acto con aires litúrgicos para salvar la reputación lo único que hará es dar a sus enemigos el tiempo perfecto para cavar su tumba política. ¿O acaso espera que ese día los ángeles y arcángeles toquen trompetas en su honor?

Lasso es el presidente de la República y antes que pensar en su honra personal tiene la obligación de defender la estabilidad democrática y evitar que las mafias que lo están enjuiciando se adueñen del país.

Su honor puede ser muy valioso para él y su familia, pero ese es un asunto personal y en este punto quien tiene que actuar es el estadista y no el padre de familia. El presidente no puede darse el lujo de esperar tanto para la muerte cruzada. Para cuando llegue el juicio será tarde y entonces estará crucificado.