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Los riesgos del cojudismo cultural

Avatar del Martin Pallares

Que este asunto no haya sido parte del debate que normalmente anima la academia ni de los activistas del llamado progresismo

Entre las vacunas que condicionan la conducta de la sociedad ecuatoriana hay una que es particularmente peligrosa: el cojudismo cultural. Se trata de una actitud según la cual no se puede criticar ni rechazar cualquier cosa que se diga o se haga en nombre de los llamados pueblos ancestrales. La única opción es quedarse callado porque lo contrario significa ser tachado de fascista, colonialista, racista o hasta de blanco supremacista. Este comportamiento está activadísimo estos días: no ha habido un solo representante del llamado progresismo que haya salido a rechazar las amenazas profundamente fascistas de las fuerzas que manejan la Conaie y que buscan controlar Pachakutik, de aplicar látigo y ortiga a los asambleístas de ese movimiento que se nieguen a destituir a Guillermo Lasso.

En realidad, lo de la amenaza de la ortiga y el látigo no es pelo de cochino porque pone en riesgo la esencia misma de Pachakutik, un movimiento que, guste o no, ha sido fundamental en el fortalecimiento de la participación democrática de grandes sectores de la sociedad mestiza y urbana que han querido acompañar al movimiento indígena. La amenaza no solo significa el riesgo de que Pachakutik desaparezca, sino de que la Conaie termine enclaustrándose en la visión talibana de Iza y los suyos y se aísle del país que aspira a seguir viviendo en democracia. Que este asunto no haya sido parte del debate que normalmente anima la academia ni de los activistas del llamado progresismo que se sienten adherentes de la lucha del movimiento indígena es una pésima señal de la salud del sentimiento democrático nacional. También es la semilla para que el movimiento indígena termine alejándose de las simpatías del resto de la sociedad.

El cojudismo cultural se expresó estos días también cuando la denuncia por violación que hizo una joven indígena de 19 años fue ignorada por los movimientos que defienden los derechos de las mujeres por el simple hecho de que el acusado es asambleísta que viste poncho y es un voto seguro para la destitución de Lasso. ¿Dónde estuvieron las etiquetas de “hermana #yotecreo” que inundaron las redes en otras ocasiones? ¿Hubo alguien que se preguntó de dónde salieron los 400 mil dólares que entregó ese diputado para salir libre? En las actuales circunstancias, tal parece ser que quedarse en silencio es políticamente más rentable.