Premium

¿Por qué no gustó la captura de Germán Cáceres?

Avatar del Martin Pallares

La aparente decepción se expresó con argumentos tan idiotas que no podían ser otra cosa que mecanismos para disimular la rabia y la impotencia que les provocó la noticia.

La noticia sobre la captura de Germán Cáceres fue un baldazo de agua fría para quienes, aprovechándose de su siniestro caso, construyeron una narrativa útil para su agenda política y prefieren que el horrendo crimen de María Belén Bernal se quede sin esclarecer del todo.

Había que ver la reacción de las vocerías de ciertos movimientos políticos y de activistas en redes sociales y medios cuando se supo que Cáceres había sido detenido en la Guajira colombiana. La aparente decepción se expresó con argumentos tan idiotas que no podían ser otra cosa que mecanismos para disimular la rabia y la impotencia que les provocó la noticia.

El argumento más usado fue el que dice que los organismos de seguridad ecuatorianos no tuvieron mérito en el operativo. “La captura fue posible a que (sic) la Policía colombiana lo capturó. Así que no se pongan glorias ajenas, manga de incompetentes”, soltó, por ejemplo, el abogado correísta Jorge Acosta.

La teoría según la cual el operativo fue mérito exclusivo de Colombia, era demasiado estúpido como para no percatarse de que quienes lo sostenían estaban bajo un ataque de histeria: basta una pizca de sentido común para saber que son únicamente las autoridades del país donde se hace un operativo las autorizadas para participar en él.

Luego estuvieron los que se pusieron a pronosticar algo que, en el fondo, estaban deseando secreta y ardorosamente: un suicidio de Cáceres o su asesinato en la cárcel. Eso podía sostener con vida la narrativa del crimen de Estado y de la colaboración del alto mando de la Policía y del Gobierno en la fuga de Cáceres.

En realidad, la noticia sobre la captura de Cáceres dejó sin piso a dos relatos construidos desde el asesinato de Bernal. Uno, fundamental para el correísmo: el crimen de Estado según el cual el alto mando de la Policía y el mismísimo presidente de la República encubrieron la fuga de Cáceres. El otro, clave para los activistas involucrados con los paros violentos de la Conaie: deslegitimar a la Policía para neutralizar su capacidad represiva en futuros paros. A ambos se les esfumó un activo político.