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Rubén Montoya Vega | Es la calidad, no el número

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No, no es cuestión de número resolver la incompetencia de nuestra Asamblea: es un asunto de méritos

Propone el presidente de la República, Daniel Noboa, que los asambleístas bajen de 151 a 71 para mejorar la “eficiencia en la administración pública”. Como si el problema fuese una cuestión de número.

No hay tal. Eso es como proponer que en vez tener un equipo de fútbol, en el que juegan once, tengamos uno de índor, donde pelotean seis. Si los once son malos, ¿por qué habrían de ser mejores los seis? Compruébelo usted mismo: vea jugar, por caso, al Club Sport Emelec. Y luego hablamos.

En la Asamblea Nacional no hay material salvable ni para un equipito de índor. Las últimas han estado picoteadas de cobradoras de diezmos, chupamedias de cuarta, “roben pero roben bien”, demagogos con pedigrí, galanes de vereda, vacunadores de lo que sea, y hasta ‘cheerleaders’ del narco.

No, no es cuestión de número resolver la incompetencia de nuestra Asamblea: es un asunto de méritos. Es un tema de… ciencia. O sea: de conciencia, decencia y experiencia.

Experiencia de vida. ¿Cómo podemos exigir cinco requisitos de probidad para ser magistrado y apenas el de bachiller para ser legislador? Y entonces, dicho sea de paso, ¿qué calidad tendrían una asambleísta que compra joyas por internet o el tonto que hace dibujitos en un papel, ambos durante un Pleno, para mirar siquiera a la cara a un juez constitucional?

Legislar es un asunto serio, crucial para el crecimiento de una democracia. Se requiere conocimientos, en segundo lugar, y honradez extrema, en primero. Y por encima de eso, sí, por encima, valentía. A este país solo lo salvarán los capaces y honrados que, ADEMÁS, sean valientes. Que ya estamos podridos de los ‘buenos’ que a la hora de la verdad se arrodillan ante el poder de turno.

Así que en vez de proponer que se vaya la mitad de los impresentables de la actual Asamblea, reflexionemos sobre el cómo necesitamos a los nuevos. Por ahí empecemos. O seguiremos teniendo un hato de ineptos y gritonas que solo está para demostrarnos que la mediocridad y/o la sumisión pagan bien.

No es cuestión de número, sino de calidad. Cuando la definamos bien y dejemos de elegir a pendejos, quizás descubramos que con 50 buenos de verdad alcanza.