Fernando Insua Romero | A vos, querida izquierda

Y es que las sociedades no viven de discursos: buscan respuestas, horizontes claros, metas alcanzables
Si bien me reconozco conservador en ciertos temas, considero muchos valores de la izquierda como fundamentales para el equilibrio social. Ya saben… los equilibrios. Defiendo la propiedad privada, pero también creo firmemente que sin educación y salud pública gratuitas no se construyen sociedades justas. Sin embargo, este texto no va de lo que pienso yo, sino de por qué ya no reconozco a aquella izquierda con la que solía debatir hace algunos años. En Guayaquil, por ejemplo, observo dirigentes que imitan formas, proyectos y ademanes que recuerdan más al socialcristianismo más ortodoxo que a una izquierda diferenciada, hasta el punto de volverse indistinguibles. Y en el país, lo que veo son caudillismos tóxicos, activismos de moda y consignas ‘cool’, pero poca capacidad de unirse frente a problemas graves y concretos que afectan a nuestra sociedad. ¿Qué pasó?
No quiero generalizar, pero pensando en ello recordé un cuplé de murga uruguaya del grupo Un título viejo, que en 2023 ya lanzaba un llamado de atención en su país. En medio de versos mordaces, decían: “Y a vos querida izquierda, te quiero recordar, te burlas de Mieres pero te has sabido acomodar. Vos tenías que ser distinta, la política elevar; a vos había que exigirte la dignidad… Volvé a defender nuestra alegría porque al final tenemos que aguantar lo que hay que aguantar, porque la derecha se lleva a los pibes que vos decepcionás”.
Y es que las sociedades no viven de discursos: buscan respuestas, horizontes claros, metas alcanzables. No los horizontes inalcanzables que alguna vez citó Galeano, sino los que conducen a una transformación real. Cuando la izquierda olvida sus causas, se acomoda en cargos públicos y se refugia en retóricas que nada tienen que ver con quienes decía representar, no debería sorprenderse de que otras ideologías ocupen ese terreno abandonado.
La izquierda, en gran parte de América Latina, se extravió entre caudillismos, corrupción, derrotas ideológicas y edulcoraciones que la volvieron irreconocible. La advertencia de aquella murga uruguaya resuena con fuerza: si decepcionas a tus hijos, alguien más vendrá a ofrecerles un camino. Y entonces, ya no habrá debate, sino reemplazo.