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Destituir a Alembert Vera es justicia poética

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Pero la campaña abierta que la Revolución Ciudadana hizo por Vera no es lo único que enloda la legitimidad de la candidatura de Vera

Destituir a Alembert Vera del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs, sería un acto de enorme justicia. Si ha habido un acto en el que se insultó a la inteligencia de los ecuatorianos y se violó toda sindéresis en la ética fue la campaña con la que Vera y otros dos compañeros suyos del organismo fueron electos: Yadira Saltos y Augusto Verduga. En efecto, la ley establece de forma expresa y sin lugar a interpretación que los miembros del Cpccs no pueden ser apoyados y financiados por un movimiento político. Pero resultó que los mismos noveleros que se inventaron ese jumento institucional hicieron proselitismo por Vera y lo financiaron sin empacho ni vergüenza. Desde Rafael Correa hasta la entonces presidenta de la Revolución Ciudadana, Marcela Aguiñaga, pasando por todo el aparato mediático del correísmo, hicieron campaña por estos tres personajes que, por su lado, jamás ocultaron su adherencia incondicional a ese movimiento. Por el contrario, no dejaron de manifestar en sus apariciones públicas y en sus mensajes en redes sociales su más trasnochado y virulento compromiso con el correísmo. Lo de la campaña de Vera y los otros dos fue un auténtico atraco a la legalidad de un proceso que quedó impune gracias a que el Consejo Nacional Electoral se hizo de la vista gorda.

Pero la campaña abierta que la Revolución Ciudadana hizo por Vera no es lo único que enloda la legitimidad de la candidatura de Vera y justifica su destitución. También lo es su impresentable actuación como abogado de Correa durante el proceso en contra de El Universo en 2012. Ahí, Vera y su papá representaron el triste papel de tinterillos encargados de confeccionar y socapar las cochinadas procesales que el tiranuelo utilizó para condenar judicialmente al diario. No le tomó semanas en el Cpccs a Vera para ponerse a trabajar para sacar a su jefe del pozo judicial en el que está. Ni siquiera se tomó un tiempito como para disimular su ‘lameculismo’ e incondicionalidad.

Ha llegado la hora en que la ceguera del CNE pueda ser enmendada por el Tribunal Contencioso Electoral. La denuncia que presentó el abogado Juan Esteban Guarderas ha sido desempolvada: ahí está para que algún juez del Contencioso Electoral haga justicia al país y repare así el insulto que recibió la inteligencia nacional.