Constitucionalistas mañosos

Si alguna lección debe aprender la prensa es que debería privilegiar las consultas a constitucionalistas vinculados a la academia.
Los constitucionalistas se han convertido en lo que los salubristas fueron durante la pandemia. Difícil pensar en un colectivo de expertos tan protagónico como este en medios y en redes. Si alguien se pone a contar cuántos de estos abogados están hablando en medios durante un día, seguramente le faltarán dedos de las manos.
El problema con esto es que muchos constitucionalistas tienen un conflicto de interés sobre lo que opinan. Unos hablan (o callan) tratando de congraciarse con alguna corte, como la Constitucional, porque ahí tienen un caso pendiente; otros porque son abogados de actores políticos y otros porque facturan por lo que opinan. Todo este fenómeno se traduce en algo que es tremendamente grave: una parte de la opinión pública está siendo moldeada por lo que dicen, sin vergüenza, algunas de estas personas.
Si alguna lección debe aprender la prensa sobre lo ocurrido durante el debate sobre el juicio político es que debería privilegiar las consultas a constitucionalistas vinculados a la academia y no a los que son litigantes en cortes o juzgados. Y que en los casos en que se haga una consulta con un experto litigante, se procure que el entrevistado transparente las relaciones profesionales que tiene si es que aquello conlleva un conflicto de interés. La ética debería motivar, además, a que estos expertos transparenten su conflicto de interés en caso de que lo tengan. Aquí se están jugando intereses políticos muy gordos y lo que se vio con un caso es de terror. Seguir con este problema no solo significa que el debate público se distorsiona, sino que a costa de la ingenuidad del periodismo se engordan los bolsillos de algunos.
Fue trágico que por este mismo fenómeno, durante la reciente consulta popular en la que se abrió la posibilidad de quitarle atribuciones al mayor cáncer del sistema constitucional ecuatoriano, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, no haya habido prácticamente ni un solo representante de este colectivo de expertos que haya salido a jugarse por un tema que ellos saben es uno de los cimiento del apocalipsis institucional. Unos no lo hicieron por asegurarse la simpatía de sus clientes y otros porque les resultaba ‘cool’ aparecer como opositores. Y en parte, por eso, el esperpento aquel seguirá ahí por mucho tiempo más.