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Martin Pallares: Ilegal, sí, ¿pero AMLO qué?

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Es como si en Colombia un comandante del Clan del Golfo o del Tren de Aragua se escape de una cárcel

No hay duda de que la violación de la soberanía diplomática mexicana fue ilegal e indefendible. Tampoco de que sienta un precedente peligroso para el sistema de convivencia internacional.

Pero, tampoco hay dudas en otras partes de la historia. Por ejemplo, de que Manuel López Obrador fue quien inició la escalada. Y no fue por su cínica, burlona y miserable versión sobre el asesinato de Fernando Villavicencio, sino porque desde el momento en que aceptó la presencia de Jorge Glas como huésped solicitante de asilo se estaban violando todas las normas legales y lógicas sobre esa institución. 

Es como si en Colombia un comandante del Clan del Golfo o del Tren de Aragua se escape de una cárcel y busque refugio en la embajada de Uruguay. ¿Se lo recibiría? Obviamente que no. López Obrador lo fraguó todo en coordinación con el destacamento correísta en México y con Rafael Correa: así decidió recibir como huésped a un condenado por la justicia con sentencia en firme, cosa que la Convención sobre Asilo Diplomático de Caracas de 1954 lo menciona expresamente como motivo para que no se conceda ese recurso. 

No solo se trata de un condenado por la justicia, sino de una persona que, a la luz de los últimos operativos de la Fiscalía, tiene muy serios indicios de haberse beneficiado de los dineros del narcotráfico para comprar jueces y sobre el que pesa, además, un proceso por acoso a una mujer. López Obrador insultó desde un inicio la inteligencia y el sentimiento nacional. 

El boquisuelto también ignoró la soberanía de la justicia ecuatoriana y el derecho de su sociedad a negarle el paso a la impunidad. Y luego, claro, vino ese despliegue de miseria humana que arrojó sobre el asesinato de Villavicencio. No solo repitió la tesis con la que el correísmo se ha tratado de librar del sambenito de culpable del asesinato, sino la forma en la que lo dijo, su lenguaje corporal y el tono: burlón, insolente y perverso.

Pero ojo, tampoco hay dudas de que lo que lo ocurrido es parte de un libreto electoral: Noboa tomó la decisión a la luz de sus necesidades proselitistas, porque si únicamente lo moviera la indignación por el insulto mexicano, hubiera actuado mucho antes. Noboa está demostrando que, por mantener vivas sus posibilidades de reelección es capaz de todo, como invadir la embajada de otro país. Y eso es una alerta: puede ser peligroso.