Martín Pallares: ¿Y si Fausto Jarrín es un agente doble?

El problema es cuando la decisión de cambiarse de camiseta no es explicada públicamente
En política, cambiarse de camiseta no es necesariamente algo malo. Es perfectamente posible y positivo. Por ejemplo, que un militante equis de un partido equis decida hacer un camino propio cuando su líder es un megalómano psicótico y autoritario que no tolera que alguien le haga sombra.
Y aunque lo más probable en países como el Ecuador es que esos camisetazos obedezcan a estímulos pecuniarios, no hay cómo descartar que sean motivados por argumentos válidos. El problema es cuando la decisión de cambiarse de camiseta no es explicada públicamente.
Si el político equis se cambia al partido del adversario del movimiento al que pertenecía o del líder al que siguió, debería decir por qué lo hizo. Si no lo hace, quedará pendiente la duda de si realmente decidió cambiarse de vereda o si está en una nueva por algún oscuro motivo.
La reflexión viene a cuento de un personaje que, se sabe, tiene un peso y una incidencia determinante en el gobierno de Daniel Noboa: Fausto Jarrín. Esta persona ha sido históricamente un correísta rabioso, quizá de los más rabiosos entre los rabiosos, y nadie puede dar fe que ha dejado de serlo; ni él ha dicho públicamente que se alejó de ese movimiento y de su líder Rafael Correa.
Deserción aparente, porque resulta harto sospechoso que Correa no haya dicho hasta ahora esta boca es mía por la deserción de Jarrín. El personaje de marras fue abogado de Rafael Correa, de Jorge Glas y de Fernando Alvarado, y ha sostenido, con estridencia, que esos personajes son perseguidos políticos. Y no hay constancia de que no se comunique aún con ellos.
El caso de Jarrín cobra actualidad si se toma en cuenta que está trabajando (nadie lo ha negado) de cerca con Michele Sensi-Contugi, director general del Centro de Inteligencia Estratégica (CIES) y, especialmente, cuando está por ser aprobada una ley de inteligencia que permite las más amplias y abusivas prácticas de espionaje posible, entre esas la de que el gobierno poder hacer escuchas en tiempo real sin orden judicial de por medio.
¿Quién puede asegurar que Jarrín no sea un agente doble? Lo mismo ocurre con otras figuras que del paraguas correísta se han pasado a la sombrilla noboísta, sin haber dicho nada sobre su decisión. El presidente Noboa debería cuidarse de los agentes dobles. En política, hasta se ha visto freír granizo.