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Good bye Lenín

Lenín incomoda, dice cosas que no debe decir, es bastante ausente en el ejercicio del poder y tiene investigaciones pendientes. Reflexionando sobre sus últimas declaraciones en el Foro de la Democracia, pareciera que vive bajo la premisa de que él puede decir lo que quiera y nosotros también’.

Llegó con tufo de trampa. Su anterior jefe lo abrazaba durante el cambio de mando sin imaginar la sorpresa que vendría. Empezó a gobernar con gran parte del equipo que los venía acompañando durante 10 años; él mismo fue vicepresidente durante seis de los diez años. Alianza PAIS entraba con mayoría legislativa y presidente en la silla, pero sin mesa. Lo curioso es que Lenín había sido parte del gobierno, pero se enteró tarde de las inmensas carencias del Estado que recibía.

El primer favor que nos hizo fue apagar las sabatinas y cambiar la retórica de odio. Cuando vio que la cosa se complicaba y que sus aliados no le resolvían los problemas, entonces se produjo la división entre correísmo y morenismo. Allí empezó el divorcio. Habrá quien diga que no hubo divorcio, solo una separación forzosa, pero eso ya queda para su análisis estimado lector, y acelero porque el espacio es limitado y hay mucho que decir. Cuatro vicepresidentes, los dos primeros son un claro ejemplo de lo que no se debe hacer. Los dos segundos, claros ejemplos de ciudadanos sin trayectoria política, pero con vocación pública, que comprometieron su tiempo y energía a apoyar al débil gobierno de Lenín. De largo, figuras a rescatar. En su gabinete hubo personas dispuestas a dialogar, a trabajar en equipo entre lo público y lo privado, así como otras que mejor ni destacar.

Lenín se desmarcó de la diplomacia del socialismo del siglo XXI alejándonos de la Alba y de Unasur. En este gobierno la opinión pública tuvo un papel preponderante al tener el espacio para denunciar casos de corrupción; todavía muchos por ser denunciados, investigados y juzgados (por la Función Judicial), pero se pudo disentir nuevamente. En octubre de 2019, el correísmo tapiñado en las calles y fortalecido por milicias extranjeras quiso tumbarlo, pero fue la necesidad ciudadana de tener estabilidad lo que presionó a que se activen suficientes sectores para no permitirlo. A Lenín le endilgan el #peorgobiernodelahistoria, pero yo le asignaría eso a su primera fase, no a la segunda.

Ahora se despide con un acuerdo comercial, por definirse, con Estados Unidos y con la apertura a la Alianza del Pacífico. Pareciera que Lenín cambió de personalidad o que cambió de grupo de amigos. Sin embargo, en el gobierno continuó el enquistamiento de la corrupción en las esferas estatales y el fortalecimiento del narcotráfico. La pandemia desnudó la podredumbre en la red de salud pública. Sobre la vacunación, ¿qué podemos decir?, si casi no hay vacunación. Lenín incomoda, dice cosas que no debe decir, es bastante ausente en el ejercicio del poder y tiene investigaciones pendientes. Reflexionando sobre sus últimas declaraciones en el Foro de la Democracia, pareciera que vive bajo la premisa de que él puede decir lo que quiera y nosotros también. Admitió, en dicho foro, que no prestó demasiada atención como vicepresidente y por eso se encontró en una situación desesperante. ¿Irresponsabilidad? A confesión de partes, relevo de pruebas. ¿Es este un estilo de liderazgo? ¿O es la necesidad nuestra, como democracia endeble, de mantener un orden aparente? Las figuras electas son un gran espejo de la sociedad. Ahora que decimos, good bye Lenín, ¿cómo se refleja usted, lector, en ese espejo?