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Guinguiringongo curricular

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Como lo explicité en el editorial anterior (11 de junio), procederé, de a poquito, a tratar temas relacionados con los cambios que necesita la educación superior ecuatoriana y los errores que deberían evitarse.

Ya me pronuncié sobre un aspecto de las acreditaciones realistas sin agotar el tema y hoy califico como una política muy errónea estandarizar a todas las universidades en sus distintos componentes, tales como modelos de gestión administrativa, pedagógica (metodologías), investigativa, etc. Si bien es lógico estandarizar ciertos procesos y ciertos contenidos en las universidades ecuatorianas para no perder nuestra identidad y unirnos para lograr metas nacionales, no lo es la excesiva regularización que anuló las innovaciones en distintos ámbitos desde el 2008. El resultado fue lamentable y costoso.

Una manifestación altamente perturbadora que perjudicó a los alumnos y a las universidades con esta política fueron los cambios radicales en las mallas curriculares.

Con la Mgtr. Priscila Marchán, directora general académica de la Universidad Casa Grande se compararon los cambios y encontramos una ausencia total de lógica para interpretarlos. Antes de 2008, para lograr la licenciatura se impartían 5.760 horas clase (180 créditos de 32 horas c/crédito). A partir de 2008 se pasó a 7.840 horas (245 créditos de 32 horas). La carga horaria era brutal y equivalía, en otros países, a los primeros niveles de posgrado. En el 2013 se bajó a 7.200 horas (180 créditos, variando estos a 40 horas), bajó el número de créditos/horas, pero aumentó la rigidez de la estandarización en la estructura de cada carrera. En el 2019 se redujo a 5.760 horas (120 créditos de 48 horas), que disminuyó aún más el número mínimo de créditos/horas. Les recomiendo hacer una matriz comparativa para entender mejor.

A este laberinto de cambios se agrega que se debieron subdividir los grupos de alumnos de acuerdo al régimen seguido antes de graduarse, multiplicando los grupos, los costos, la confusión. Asimismo, dificultó las validaciones para los intercambios internacionales. La paranoia interna fue contagiosa entre personal, padres y alumnos.