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Se vino

Avatar del Luis Sarrazín

Las autoridades de salud deben comprender que la compra de medicamentos no es un negocio, sino una acción de profunda rentabilidad biológica desde el momento en que tienen la obligación de proveer medicamentos de calidad probada y a buenos precios.

Ya se abrió la subasta organizada por el Sercop -que pese a mis sugerencias todavía no ha desaparecido- en donde se repitió la gran payasada, basada en una oferta de medicamentos por precio sin considerar su calidad.

El problema radica en que una gran cantidad de su personal, incluyendo ejecutivos, presumiblemente por falta de un desarrollo adecuado de su cerebro al no haberse nutrido con leche materna en sus primeros años, no tienen un adecuado rendimiento en el desempeño de sus funciones, al margen de la corrupción que campea internamente.

Los precios referenciales del Sercop son absurdos, ya que no se compadecen con la verdadera realidad existente en materia de elaboración de fármacos.

Las fichas técnicas del Sercop están obsoletas y carecen de una adecuada estructura y cuando alguien reclama no le responden y con suerte, a veces, le dan una respuesta oral: “Hemos enviado a la RPIS sus comentarios y estamos a la espera de respuesta”. Esta nunca llega.

Para la puja y por elemental sentido común, cuando se trate de lociones o cremas en tubo, el precio a ofertar debería ser “por gramo” ya que de no hacerlo así no se tendrá idea de lo que en realidad se pagará por el producto.

En el Ecuador la crema choclomicina, que se usa en padecimientos crónicos y por ende es de amplia aplicación, viene en 2 presentaciones: tubos de 50 y 200 gramos. El precio por gramo de la primera es de 0,288786 y de la segunda es de 0,144455.

Se entiende que, ante esto, la que debería adquirir el MSP es la de 200 gramos por cuanto, al tener que ser usada en padecimientos crónicos por largo tiempo, será mucho más rentable que la primera. Eso no lo entiende el Sercop.

Las autoridades de salud deben comprender que la compra de medicamentos no es un negocio, sino una acción de profunda rentabilidad biológica desde el momento en que tienen la obligación de proveer medicamentos de calidad probada y a buenos precios, para satisfacer las demandas de una población que aspira a mejorarse o curarse del padecimiento que la aqueja, al ser adecuadamente tratada. ¡Ojalá prime el buen criterio!

Y sigo andando…