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Juicio político

Avatar del Luis Sarrazín

El “juicio político” no existe, en tratándose de un sainete circense montado por esas hienas legislativas malévolas e insaciables

Un diputado de la D.P. don C.A.A. me visitó y me dijo: “Ministro, usted está en un mal predicamento, al ser muy mal visto por la oposición, como es obvio y en cuanto a los del bloque, nosotros tampoco lo queremos, pues nos niega los cargos que le solicitamos”. Yo respondí, que mi obligación era nombrar a los mejores ciudadanos sin importar sus antecedentes políticos y que cuando hubiera una vacante y existiese un excelente candidato de la D.P. yo no tendría inconveniente en que la ocupase.

No merecíamos los ecuatorianos ser engañados vilmente por ciertos diputados miserables que, escandalizando al país, hacían de las suyas y que luego de 40 años, manteniendo su calaña, han decidido enjuiciar al presidente, señor Guillermo Lasso Mendoza.

El engaño vil y canallesco se fundamenta en ese deseo morboso de destituir al presidente al que han querido tumbar varias veces para satisfacer así, cual bestias famélicas, sus insaciables apetitos de poder y dinero.

El “juicio político” no existe, en tratándose de un sainete circense montado por esas hienas legislativas malévolas e insaciables para adquirir notoriedad y compensar así su improductividad, ignorancia y mediocridad.

Al aceptar el Ministerio de Salud, me dije que serviría íntegramente a mi patria y, puedo afirmar, que cumplí mi promesa, haciendo una gestión -modestia aparte- difícil de igualar.

Me contestó, diciéndome que me interpelarían y me destituirían del cargo, ante lo cual le indiqué que estaba presto para defenderme con todos los documentos que obraban en mi poder, respondiéndome que la cosa no era así, ya que antes de la interpelación, yo ya estaba destituido, puesto que el asunto era cuestión de votos y que ellos ya contaban con los necesarios para satisfacer sus propósitos y que el juicio político no se resolvía con una defensa o razonamientos, ya que mi suerte estaba echada.

Le respondí pidiéndole que por favor me interpelasen; así yo, al ser destituido, regresaría a mi hogar en Guayaquil, a recuperar mi clientela y a pagar mis deudas adquiridas por servir al país. ¡Nunca me interpelaron!

Y sigo andando …