Columnas

Carta a María de Lourdes

La sociedad necesita de personas y familias que asuman libremente el riesgo de este testimonio’.

El 24 de mayo, Guillermo Lasso nos dio elementos políticos conceptuales trascendentales del manejo de lo público en su discurso de toma de mando. En otra columna lo comentaré. Pero hubo otras señales que para muchos de nosotros no pasaron desapercibidas. Por eso me atrevo, al cuarto día de asumir el poder, a escribirle esta carta a María de Lourdes.

El día del presidente comenzó con un ‘Te Deum’, en latín, que significa ‘a ti, Dios’, y es una solemnidad de acción de gracias en la Iglesia. La primera imagen del día fue la de Guillermo y usted, de rodillas agradeciendo a Dios. Primero lo primero.

Probablemente pasó inadvertido el momento del juramento, cuando usted le acerca al presidente la Biblia para que jure, como hace muchísimos años no ocurría en un país cristiano. La nueva señal: Dios, guía mis decisiones.

Lo evidente fue su rol de soporte, de compañera impecable, de preocupación hasta el detalle de como lucía Guillermo con la banda confeccionada por las madres Conceptas y el abrazo que inundó a todo el país, que solo fue respondido por el quiebre de voz del presidente al mencionar su nombre.

¿Qué nos dijeron ustedes con esas señales? Monseñor Maggi, amigo común de Guillermo, me dijo luego de ese día: “Nuestra sociedad no necesita, antes que nada, de una correcta teoría (aunque esta sea, por cierto, necesaria) sobre la persona y la familia, tampoco necesita de leyes (también necesarias) sino de testigos, de familias en las que sea posible hacer la experiencia primordial del amor. La sociedad necesita de personas y familias que asuman libremente el riesgo de este testimonio”. Y ese testimonio lo tuvimos durante todo el 24 de mayo.

El legado del presidente es, sin dudas, iniciar el camino que paso a paso nos llevará a la prosperidad, lo cual estoy segura de que lo va a lograr si sigue contando con su mano de soporte. Su legado como primera dama, María de Lourdes, es reivindicar el rol de la familia como soporte de esa prosperidad, generadora de paz, de fraternidad, de estabilidad, como núcleo vital de la sociedad ecuatoriana. Contamos con usted.