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La desintegración del orden internacional

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Federico Steinberg, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, ha escrito un interesante artículo, en el que considera la desintegración del orden político internacional que imperaba en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. Para él, Estados Unidos, que fue la potencia hegemónica en las últimas décadas, está cada vez menos dispuestos a involucrarse en las crisis internacionales. Nosotros lamentamos no estar de acuerdo. Los hechos que se relatan demuestran que Estados Unidos no ha dejado de ser la potencia hegemónica mundial, sino que ha evitado involucrarse en demasiados problemas, como ahora es el caso de Afganistán.

Dice que, consciente de que los imperios suelen derrumbarse cuando tienen demasiados frentes abiertos, por eso Estados Unidos se ha negado a seguir siendo el policía del mundo, dejando que otras potencias intervengan, como ha sido el problema de Ucrania, el territorio controlado por el Estado Islámico en Irak y Siria, y ahora el retiro de sus tropas de Afganistán. De todos modos, dejando falsos nacionalismos, se necesitan una o dos potencias hegemónicas mundiales que podría ser EE. UU. y la Unión Europea. Además, peligra el desmembramiento del orden económico multilateral liberal. Estados Unidos también fue su impulsor, y contó para su consolidación con el apoyo europeo y de muchas potencias hoy emergentes, que vieron en la apertura económica, especialmente la comercial, una plataforma idónea para mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos, pero Estados Unidos abusó de su posición de poder para aprovechar sus propios intereses en décadas más recientes.

La imposición de sanciones comerciales a Rusia, ante la anexión de Crimea (del que participa también la Unión Europea), y otras medidas como 1.° La resistencia a aprobar la reforma del Fondo Monetario Internacional para dar más voz a los países emergentes. 2.° Su nueva estrategia comercial basada en acuerdos preferenciales con la Unión Europea y algunos países de la cuenca del Pacífico, y 3.° El escaso interés que muestra por coordinar su política monetaria con la de otras potencias para evitar efectos desestabilizadores en los mercados cambiarios, son algunas de las manifestaciones de esta nueva estrategia comercial que no van a ser respetadas en una economía global, por lo que seguirá imperando la ley del más fuerte.

En 1973, el historiador económico Charles Kindleberger explicó la desintegración de la economía internacional del periodo de entreguerras, cuyo corolario fue la II Guerra Mundial, por la ausencia de una potencia hegemónica, capaz de imponer al resto unas normas que aseguraran la estabilidad. Reino Unido ya no podía hacerlo y Estados Unidos todavía no quería.