Juan Carlos Holguín | El estadio Atahualpa: un símbolo para rescatar Quito

La falta de claridad en la gobernanza de este predio de la ciudad ha generado que nadie se haga cargo de su estado
La noticia de que la Agencia Metropolitana de Control clausuró el estadio Atahualpa de la ciudad de Quito el pasado domingo, supone una buena noticia para nuestra capital. Hay que felicitar al alcalde Muñoz por la decisión y por tomar las riendas de un tema que ha sido dilatado en los últimos años.
El uso indebido de cilindros de gas licuado de petróleo es nada más que uno de los detalles que permite, por fin, una intervención municipal en una edificación que ha sido utilizada políticamente, pero sobre todo abandonada, en las últimas décadas.
Aunque pareciera algo innecesario, es menester tomar el caso del estadio Atahualpa como inicio de la revitalización urgente que necesita Quito. El exalcalde Augusto Barrera hizo bien, allá por 2012, en recuperar el bulevar de las Naciones Unidas, llegando a acuerdos con el sector privado para recuperar espacios públicos de calidad.
Y es que el trazado de la avenida Naciones Unidas fue concebido con referencias del urbanismo francés en los años 40, como una gran avenida-bulevar, que podía unir las montañas del Pichincha con ese centro deportivo.
El plan regulador urbano proyectado por el arquitecto uruguayo Guillermo Jones Odriozola en 1942, definió a la zona del estadio Atahualpa junto con el parque La Carolina, como un epicentro urbanístico del desarrollo de la ciudad. En cambio hoy tenemos en el fin de este bulevar una edificación sucia, vieja, completamente abandonada por la falta de gestión de los responsables, que no han podido desarrollar un proyecto exitoso para la ciudad.
En 1948 el alcalde Ricardo Chiriboga Villagómez ordenó la construcción del denominado Estadio Olímpico Municipal del Batán, proyecto del arquitecto checoslovaco Oscar Etwanick, a la empresa Mena-Atlas. En 1951 Quito inauguró uno de los estadios más modernos de la región, proyectando a la capital del Ecuador como una de la ciudades más modernas.
Pero todo lo que empieza mal, termina mal: el municipio permutó el nuevo estadio con el ‘Estadio del Arbolito’. La Concentración Deportiva de Pichincha recibió la propiedad del estadio Atahualpa y el municipio se quedó con la propiedad de los terrenos del estadio del Arbolito. En los documentos de esta permuta se estipuló que la explotación de la publicidad sea para el Deportivo Quito, por llevar el nombre de la ciudad.
La falta de claridad en la gobernanza de este predio de la ciudad ha generado que nadie se haga cargo de su estado. Que una ciudad esté fea impacta directamente sobre el ánimo de una sociedad. Se proyecta una idea de desinterés, lo cual rompe los códigos de convivencia, generando una sensación de abandono. Si una manzana está llena de baches, sucia, con los ‘tallarines’ de cables que están regados por todos los postes, al poco tiempo las demás manzanas del barrio estarán así.
Nuestros hijos y nietos transitan por esas calles descuidadas, por lo que se acostumbran inconscientemente a que el entorno debe ser feo. Por ello hay que apoyar al alcalde en las decisiones que tome alrededor de esta obra. Es un hecho político tomar la decisión de clausurar un estadio con tanta historia. Lo es también proponer a los quiteños un proyecto que tenga al Atahualpa como el símbolo de la recuperación de nuestra ciudad.