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Juan Carlos Díaz Granados: Conectar con Cuenca

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Acercar a estas dos ciudades significa conectarnos con nuestro pasado, presente y futuro

El feriado de Carnaval fue la excusa perfecta para redescubrir una joya ecuatoriana: Cuenca. Junto a unos amigos queridos decidimos emprender la travesía por vía terrestre, pese a los reportes de derrumbes y mal clima. Nos ganó el ímpetu de vivir el concierto de Sting y visitar una ciudad que respira historia, cultura y tradición vibrante.

Durante dos días disfrutamos la hospitalidad cuencana, su exquisita gastronomía y maravillosos paisajes. Lo más impactante fue constatar cómo Cuenca ha sabido preservar su arquitectura patrimonial y sus costumbres, al contrario de otros cantones que han optado por demoler su memoria para darle paso a una modernidad desordenada y sin identidad.

Caminar por Cuenca, especialmente de noche, es un privilegio que pocas ciudades ecuatorianas pueden ofrecer. Sus calles iluminadas invitan al paseo despreocupado, algo esencial para la salud física y mental, además de reducir el uso de vehículos y la contaminación. Lo mejor de todo es que Cuenca sigue siendo amigable con el bolsillo del turista, demostrando que el buen turismo no tiene que ser sinónimo de exclusividad.

El viaje por la ruta de El Cajas fue también una lección sobre conectividad. Llegar a Cuenca desde Guayaquil debería ser más seguro. Existe un proyecto de gran relevancia: la construcción de una nueva autopista de cuatro carriles que uniría ambas ciudades en aproximadamente dos horas y media, evitando zonas de derrumbes. Esta obra, que podría ejecutarse bajo concesión privada, no solo mejoraría la conectividad, sino que impulsaría el empleo, el turismo interno y el comercio.

En momentos donde el Gobierno Central y los Descentralizados prometen fortalecer el turismo, esta autopista se presenta como una oportunidad estratégica. Conectar Guayaquil y Cuenca de forma segura permitiría que más ecuatorianos y extranjeros puedan disfrutar la belleza de la Atenas del Ecuador sin el temor de atravesar carreteras peligrosas o colapsadas.

Si realmente queremos un país que valore su patrimonio y fomente el desarrollo responsable, proyectos como este deben convertirse en realidad. Acercar a estas dos ciudades significa conectarnos con nuestro pasado, presente y futuro.