José Molina Gallegos | El país donde todo es urgente y no se mira lo importante
Lo urgente puede rendir a mediano plazo y para agendas que el día de mañana serán obsoletas, pero lo importante no
En Ecuador todo es urgente, todo es crisis y todo es incendio. Pero al mismo tiempo, no a muchas cosas les damos la verdadera importancia, no solamente para quienes nos ofrecen ‘el oro y el moro’, sino a aquello que es importante para nosotros mismos como ciudadanos.
Vivimos saltando de novedad en novedad, como si cada día fuera el tráiler de una película distinta: hoy seguridad, mañana una disputa, revancha o pelea política y, pasado mañana, un escándalo que dura lo que un abrir y cerrar de ojos.
No analizamos, no nos detenemos a meditar lo que está pasando, tampoco recordamos; solo reaccionamos. El país dejó de pensar desde la lógica porque está ocupado sobreviviendo desde las emociones. La política funciona igual. Viven prometiéndonos ‘resolver lo urgente’, pero nadie toca lo estructural: deficiencia en los medios de control social primarios (por ejemplo, educación , salud y familia). Desde distintas esferas de la vida de un ciudadano nos podemos dar cuenta de que la raíz de los diversos problemas que acaecen en la sociedad no están dados por las cosas superficiales a las que siempre, indiscriminadamente, achacamos la culpa. No. Todo es más serio y más profundo de lo que parece.
Lo ‘urgente’ devora a lo importante, y a lo importante se lo lleva el viento. La ciudadanía también cayó en el juego: exigimos soluciones inmediatas para problemas que llevan décadas profundizándose, pero celebramos soluciones parchadas, para luego indignarnos porque los parches ‘no han servido’.
El Derecho penal vive el mismo fenómeno: queremos más penas, más delitos, más policías y más operativos; en fin, exacerbar el castigo del Estado a toda costa, y eso también exigimos a la administración de justicia, sin que en muchas ocasiones se pida primero que se analicen los elementos de descargo. Todo rápido y todo ya.
Pero mientras discutimos el titular, seguimos ignorando lo esencial. Muy clara ha sido la lección que hemos aprendido: lo urgente puede rendir a mediano plazo y para agendas que el día de mañana serán obsoletas, pero lo importante, no. Así, entonces, hemos vivido de ‘apagar incendios’ pero hemos terminado incendiándonos a nosotros mismos. De ahí que el verdadero desafío no es controlar la urgencia, sino poder mirar más allá de ella.