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Ser y parecer, señora vicepresidenta

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"¿Nadie le dijo que planificar un viaje a Europa, para llegar a Roma, iba a ser escrutado y que su agenda resultaría magra, muy magra para explicarlo?"

Flaco favor hizo el canciller Luis Gallegos a la vicepresidenta, María Alejandra Muñoz. Para defender su viaje a España y los Países Bajos y su encuentro religioso con el Papa, él dijo, recurriendo a una fórmula dramática, que ella se jugó la vida en este viaje. ¿No se percató de que al decirlo, abría un verdadero boquete para que su heroína fuera catalogada de irresponsable? Porque si ella se jugó la vida y viajó con sus hijos, se debe suponer, siguiendo la lógica del canciller, que ella conscientemente expuso la vida de sus hijos, que son menores de edad.

El problema del canciller es que hace diplomacia con sus amigos, sin percatarse de que la ciudadanía reclama explicaciones, no declaraciones. Lo mismo le ocurrió cuando, en pleno escándalo político por el cargo que ostentaba la hija de Lenín Moreno en Nueva York, y su salario, sirvió la causa presidencial: Moreno dijo, en efecto, que Luis Gallegos, entonces embajador de Ecuador ante las Naciones Unidas en Nueva York, había pedido que Irina Moreno se quedara más tiempo en el cargo… Esto sucedió el 22 de mayo pasado. El 9 de julio Gallegos asumió la Cancillería.

Esta vez el canciller dijo generalidades para justificar el viaje de la vicepresidenta a visitar al Papa: que tenía un “especial significado”, no solamente porque se trata del Papa “como un personaje que lidera la religión católica sino también el Estado del Vaticano”. ¿Y?

En realidad, el Gobierno tardó en dar a conocer los supuestos logros del viaje de la vicepresidenta de la República a Europa. Tardó y no acertó. En el balance presentado de su viaje a Roma figura un permiso para abrir una sede de una escuela religiosa y una reunión con los directivos del Programa Mundial de Alimentos para revisar sus proyectos en Ecuador. Y hacer énfasis en la desnutrición crónica infantil. Con el Vaticano se dijo que reactivó un convenio para intercambiar médicos con su hospital, para “humanizar el servicio de salud”.

Dicho de otra manera, nada que no hubiera podido hace el embajador ecuatoriano en dicho Estado. O en los otros que visitó.

Esas explicaciones, que contienen hojarasca de palabras y nada sustancial para el país, fueron dadas por el canciller y también Caridad Vela, secretaria de Comunicación de la Presidencia. Un ejercicio que vuelve a probar que el poder político provoca el ensimismamiento de aquellos que lo ejercen. Y que una vez que la realidad les prueba su desconexión con el sentido común, en vez de asumir los errores, los disfrazan. ¿Para qué sirven los asesores que tiene la vicepresidenta? ¿Nadie le dijo que luciría inverosímil un viaje a Europa que se resumiría, para la opinión, en una fotografía de su familia con el Papa? ¿Nadie le dijo que luciría insólito que en plena crisis sanitaria, con rebrote en Europa, ella posara con esposo e hijos en una cita supuestamente oficial con el jefe de la Iglesia católica? ¿Nadie le dijo que planificar un viaje a Europa, para llegar a Roma, iba a ser escrutado y que su agenda resultaría magra, muy magra para explicarlo? ¿Nadie le dijo que la iban a acusar, como la han acusado, de usar su puesto de alta funcionaria para granjearse una visita al Papa que, de otra forma le hubiera resultado imposible?

Nadie le dijo, al parecer. Nadie la previno. Tampoco le dijeron que el poder es una vitrina. Y que ser y parecer, la frase del emperador romano, sigue siendo el prototipo de la conducta que la ciudadanía espera de un funcionario. Por eso las explicaciones dadas por la vicepresidenta, el canciller, la secretaria de Comunicación de la Presidencia no han servido.