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¿El PSC es golpista?

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Si no es el caso, el PSC tiene un inmenso problema de imagen. En cualquier caso, la pelota está en su campo

Todos los atajos resultan engañosos. En política, sin embargo, donde priman las percepciones, son inevitables. Esto ocurre con un trino que Luis Fernando Torres, ex diputado del PSC, o en alianza con ese partido, publicó el domingo. En su parte medular dice: (…) “para el gobierno ha comenzado la cuenta regresiva”.

Torres debió ser la persona más insultada este domingo en las redes sociales locales. Ser el padre de Esteban Torres, jefe de bloque del PSC, generó el atajo, inevitable para muchos, como consta en las respuestas que recibió, según el cual el conspirador no es solo él sino el partido de Jaime Nebot. Y ahí se adhieren otras imágenes. La participación del PSC en el comunicado de cuatro bancadas ratificando que el CAL, que no tiene esa atribución, haya calificado de inconstitucional el proyecto de Ley Creando Oportunidades y lo haya devuelto en vez de debatirlo. Y que, además, haya dicho al Ejecutivo que (…) “resultaría inoficioso el envío de otra propuesta con más impuestos y que sea regresiva en materia de derechos laborales”. El PSC llama impuesto a una contribución de los más ricos por el coronavirus. ¿“Regresiva en materia de derechos laborales”? En los hechos, el PSC toma prestado el lenguaje que usa Pachakutik y los sindicalistas que se quedaron petrificados en el tiempo. Y, por tanto, se pensaba que Jaime Nebot defendía esa parte del proyecto de ley que busca, sin violar los derechos consagrados en el Código Laboral que tiene 83 años, facilitar el empleo para 5,8 millones de personas sin empleo formal. Al menos eso fue lo que se entendió en la última entrevista que dio a Carlos Vera.

El PSC lleva años generando percepciones que sus militantes rechazan arguyendo ser dirigidos por un líder articulado y coherente. Pero esas percepciones persisten. La de un partido sin norte que en las últimas elecciones, por ejemplo, se enteró tarde de que su líder no correría por la presidencia de la República. Un partido que luego fluctuó entre Otto Sonnenholzner y Álvaro Noboa, como si entre ellos no hubiera diferencias abismales y que, al final y al apuro se decidió por Guillermo Lasso. Lo hizo tarde, cuando certificó que las cifras para ir con candidata propia definitivamente le eran desfavorables. Para entonces Lasso había cerrado sus listas para asambleístas.

Un partido que se alió con el correísmo so pretexto de que Guillermo Lasso les pidió. Se colige que no tenía reticencias de aliarse con un movimiento cuyo líder está condenado por la Justicia y es prófugo. Se entiende, igualmente, que en su interior no suscitaba resistencia alguna el autoritarismo que caracterizó a ese gobierno y su manejo económico, despilfarrador y corrupto, durante una década.

Un partido que gritó traición por no tener a Henry Kronfle en la presidencia de la Asamblea, cuando la realidad, sin el correísmo, fue otra: Pachakutik y la Izquierda Democrática, que habían hecho cama aparte, se negaron a votar por él.

Un partido cuyo líder defiende la alianza con Correa y, antepone un argumento, al debate sobre la responsabilidad de lo que puede suceder en el país: la ruptura de Lasso, a última hora, del acuerdo con Correa que incluía una Comisión de la Verdad para revisar sus casos y declararlo inocente.

¿Meras percepciones? ¿También es percepción lo que ha llevado a miles de ciudadanos en redes a llamar conspirador y golpista a Luis Fernando Torres y, por extensión, al PSC? Si esa fuera la realidad, los demócratas tienen materia de inmensa preocupación. Si no es el caso, el PSC tiene un inmenso problema de imagen. En cualquier caso, la pelota está en su campo.