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PSC: entierro de tercera

Avatar del José Hernández

Nebot y sus amigos pueden hacer alarde de nunca equivocarse y rebosar de principios. El hecho innegable es que están enterrando el PSC. Entierro de tercera

No importa si tienen 40 años, como Cristina Reyes. O 48 años como Henry Cucalón. Las generaciones políticas en el Partido Social Cristiano corren la suerte que señala Jaime Nebot, su líder. Unos obedecen sin importarles aparecer como disparatados o cínicos, como Alfredo Serrano, el presidente del partido. Otros hacen méritos para sumar puntos, a riesgo de ser ridículos como Reyes en sus videos; en particular el que grabó sobre el Banco del Pacífico. Unos se refugian en sus cuentas sociales, como Cucalón, y sin desmentir al jefe documentan, así sea en Twitter y en total soledad, sus diferencias.

El Partido Social Cristiano se está licuando como si la máxima de Nebot fuera “después de mí, el diluvio”. Lo saben todos sus dirigentes. ¿Acaso no conocen que en las elecciones pasadas Cristina Reyes tuvo que retirarse porque sus cifras en los sondeos apenas llegaban al 6 %? ¿No se empecinaron en buscar a alguien, por fuera de su militancia y quisieron que fuera Otto Sonnenholzner su candidato? ¿Acaso no pidieron a Álvaro Noboa que terciara en su nombre y recibieron, tras idas y vueltas, un No con desplante incluido? ¿No acudieron, a última hora, donde Guillermo Lasso?

Nebot, lo dice hasta su amigo Jaime Durán, debería haber dejado el liderazgo del partido hace algún tiempo. Es grave, para cualquier organización política, tener un líder que endosa no su experiencia y sus anhelos de transformar el país sino sus pasivos. Y sus cuentas pendientes. Y eso es el PSC desde hace años. Se agudiza ahora que nadie, dentro de ese partido o por fuera de él, puede explicar, en forma razonada y convincente, la guerra que lidera Nebot contra el gobierno de Guillermo Lasso.

Nebot no cesa de decir a los amigos que lo visitan en su casa su desencanto, su frustración por las cosas que, a sus ojos, Lasso hace a medias, hace mal o no hace. Él -y sus cuadros- sazonan esa narrativa con aires dramáticos de cómo arriesgó su vida en la primera vuelta. O con aires heroicos de cuánto arriesgaron partidarios suyos para cuidar los votos en las urnas. Todo eso, sumado, no explica sin embargo la alianza contra natura con el correísmo. Ni la defensa acérrima del acuerdo, concluido con Correa, que Lasso deshizo antes de posesionarse. Ni esta actitud, que se antoja insensata, de juntarse con aquellos que en octubre de 2019 quisieron ir a destruir parte de Guayaquil, como hicieron en Quito. ¿Acaso Nebot no les recomendó quedarse en el páramo?

Que Lasso cometa errores, que haya incumplido la promesa de no generar un impuesto nuevo, es innegable y él explicó, en la entrevista del jueves pasado con Carlos Vera, sus razones. Pero, ¿cómo un líder de un partido de derecha logra, por esas diferencias, estar más cerca de un delincuente como Rafael Correa -lo dicen los jueces- y de un dirigente indígena, como Leonidas Iza, cuyo programa es destruir el sistema democrático? ¿Acaso Nebot no conoce a Lasso que fue su amigo, su apoyo en la alcaldía de Guayaquil y un adversario contumaz del proyecto autoritario del socialismo del siglo XXI que en Ecuador animó Correa?

Todo esto lleva irremediablemente a preguntas inquietantes sobre las líneas rojas que orientan la visión política del líder del PSC: ¿qué sistema defiende hoy? ¿Por qué no hace diferencias entre delincuentes y demócratas que pueden, incluso, tomar decisiones equivocadas? ¿En función de qué intereses, secretos o expedientes judiciales define el PSC sus posiciones?

Nebot y sus amigos pueden hacer alarde de nunca equivocarse y rebosar de principios. El hecho innegable es que están enterrando el PSC. Entierro de tercera.