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Lasso versus la Asamblea

Avatar del José Hernández

Él, como otros políticos, sigue soñando con el golpe de Estado

No se puede esperar racionalidad alguna en las actitudes de los partidos y movimientos políticos este año. Tampoco de la Asamblea Nacional. El presidente de la República es el único que pudiera generar cambios de timón con aliento estratégico, pero su margen de maniobra se achicó al final del año pasado en forma significativa. El presidente, tras acariciar el escenario de la muerte cruzada, lo volvió a depositar, con guante de seda, en el texto constitucional.

La actitud de la Corte Constitucional tuvo que ver en esa decisión que pone al primer mandatario a depender de factores que no forzosamente controla. La presencia de algunos profesores en esa corte, sin pasado de jueces, incide en su perfil supergarantista que limita sus interpretaciones: son ciertamente jurídicas, han resultado chatas en algunos casos, cuando se analizan sus consecuencias políticas. Esto genera interrogantes sobre la viabilidad que tendrán algunas reformas como, por ejemplo, la ley laboral, que es un puntal de la transformación económica animada por el presidente Lasso.

En todo caso, no se ven posibilidades mayores de sintonía política entre el Ejecutivo y la Asamblea. Existe, más bien, la posibilidad de que este año el juego político dependa menos de la Asamblea y que, en ese sentido, su peso sea menos decisivo y menos dramático que el del año pasado. El Legislativo no esperó siquiera los cien días para iniciar un enfrentamiento con el Ejecutivo. Durante cuatro meses, esos dos poderes se midieron y los partidos que creían detentar el sartén por el mango (Pachakutik, la ID, el PSC…) terminan el año colgados con la reforma tributaria. El presidente no necesitó de sus votos para la aprobación de un texto que pasó por el ministerio de la ley con el apoyo explícito de los correístas. Esto redujo el escaso nivel de colaboración entre las dos funciones y por eso aumenta el énfasis que se puede poner en un interrogante: ¿qué hará el Ejecutivo sin el concurso de la Asamblea? El presidente ya dijo que de las cosas que tiene que hacer, el 90 % pueden ser ejecutadas sin pasar por la Asamblea. No obstante, requiere cuerpos fundamentales como la Ley de inversiones y, sobre todo, la Ley Laboral. La Asamblea, a su vez, tiene que administrar los pésimos resultados del año pasado. Es posible que no salga de esa dinámica autodestructiva que explica su baja popularidad y que le sea difícil reincidir en la actitud golpista que barajó el año pasado. El correísmo parece decidido a profundizar esa posibilidad y, por lo que han dicho algunos de sus integrantes, quiere modificar la mayoría en la Asamblea sumando los votos de los integrantes de Pachakutik que se fueron con Leonidas Iza. Aún así no cuentan con los votos necesarios para su juego golpista, que podría perder dinámica a causa de un factor político coyuntural: la fiebre electoral que tomará cuerpo este año y desplazará, a favor de los gobiernos locales, buena parte de la atención política y de la actividad de las organizaciones partidistas.

Este hecho puede abrir un compás favorable al Ejecutivo que apostará por la reactivación económica como el elemento susceptible de sostener la gobernabilidad y de cortocircuitar los intentos de calentar las calles anunciados por parte del presidente de la Conaie. En este capítulo, Lasso ha puesto cartas de su lado: ha multiplicado anuncios de medidas en dirección de la población más pobre y este fin de semana sumó un bono destinado a combatir la desnutrición crónica infantil. De seguro eso no disuadirá a Leonidas Iza. Él, como otros políticos, sigue soñando con el golpe de Estado.