Columnas

Jairala politiquero, no periodista

La coartada es descomunal y pavorosamente falaz. Jairala quiere hacer creer que el periodismo y la política son chaquetas reversibles’.

Jimmy Jairala tiene suerte de contar con aliados que sin empacho mienten por él. Por ejemplo Pichincha, la radio de la prefecta correísta Paola Pabón, escribió este 19 de febrero en un trino en Twitter: “El periodista @jimmyjairala regresó a la política ecuatoriana, después de 33 meses de ausencia e inactividad en ese campo (…)”.

Primera mentira: el periodista Jairala. No, no es periodista. Ese es el disfraz que él usa para promover desde hace décadas su carrera política. Por lo menos desde 1992, cuando fue subsecretario de información en el gobierno de Sixto Durán Ballén. En las redes sociales aún circula un video en el cual Abdalá Bucaram lo presenta como el alfil idóneo para ganar la Alcaldía de Guayaquil, en 2004, contra Jaime Nebot. Perdió. También con Bucaram fue elegido diputado en 2007. No es, entonces, periodista desde hace por lo menos 30 años.

Segunda mentira: regresó a la política después de 33 meses de ausencia e inactividad en ese campo. Es falso. Jairala nunca se fue de la política. Es cierto que él, candidato derrotado por Cynthia Viteri, dijo el 19 de marzo de 2019 que volvía al periodismo. Y que lo hacía tras diez años como político; dos veces prefecto del Guayas y fundador, en 2012, del Partido Centro Democrático.

Que haya vuelto a ponerse ante el micrófono, es cierto. Pero para seguir haciendo política. Y esta vez en una radio que -como algunas cosas en su caso- se cree que es de él, aunque esté a otro nombre. En Teleradio, durante casi dos horas y media por día, ha servido sin tregua sus intereses políticos y los del correísmo. Sin vergüenza y digno de un guion surrealista, Jairala osó incluso entrevistar, con aires de total imparcialidad, a Enrique Menoscal, director de su propio partido. No hubo causa del correísmo que no fuera ventilada, sostenida y sesgadamente día a día. En los hechos, sus intereses y los del correísmo confluyeron al punto que él prestó su partido en 2021, como taxi electoral, al binomio Arauz-Rabascall.

Ahora dice que vuelve a la política sin abandonar el periodismo. Y que puede combinar “hacer periodismo honesto y trabajo en territorio”. La coartada es descomunal y pavorosamente falaz. Jairala quiere hacer creer que el periodismo y la política son chaquetas reversibles. Que el oficio periodístico es una puerta giratoria que un día pone al involucrado en una tarima y al día siguiente en una redacción. Que un día le permite mentir como político -es su caso-, y al día siguiente lo faculta a exigir decir la verdad a los otros políticos.

Que un día puede usar el poder político para que la Fiscalía archive 33 informes con indicios de responsabilidad penal, firmados por la Contraloría, y, como periodista, declararse paladín de la transparencia y el buen uso del dinero público. ¿Y cómo puede decir que un político como él -un día bucaramista, otro correísta y a la mañana siguiente socio de Lenín Moreno, considerado por Correa como un traidor-, puede hacer “periodismo honesto”?

No, Jairala no es periodista. Un periodista, apenas se pone en el andarivel de la política, deja de ser periodista. Y nunca puede regresar al oficio. Jairala es, en cambio, el prototipo perfecto que servía a Correa para decir que había políticos disfrazados de periodistas. Y que sirve a los políticos torcidos o corruptos para afirmar que no hay periodistas independientes de intereses partidistas. Si Jairala fuera periodista, por supuesto este oficio no tendría sentido.

Jairala no solo que no es un periodista: es un político sinuoso que, en el lenguaje simbólico de ese quehacer, esconde en sus armarios algunos cadáveres.