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FUT, el guardián de reliquias

Avatar del José Hernández

La defensa maquillada del Código Laboral de 1938 obedece a la misma visión: su incapacidad para concebir derechos en un mundo complejo, fluido, ferozmente competitivo’.

El Frente Unitario de Trabajadores convocó a una movilización nacional para este 19 de enero; en pleno repunte del coronavirus. No es casualidad. Quizá la alegoría de la caverna de Platón ayuda a entender la relación del FUT con la realidad y con el país. En ella, un grupo de prisioneros, obligados a mirar hacia la pared, consideran lo que ven -las sombras de los objetos que pasan a sus espaldas- como única verdad. Ese es el vínculo que tienen con el mundo. Su forma de aprehenderlo. Para ellos, no son imágenes proyectadas, son hechos. Sus certezas provienen de lo que creen ver, de esos deseos que se materializan de esa manera: el mundo que conocen está en su imaginación.

El FUT lleva décadas formulando consignas de catecismo. Repitiéndolas sin hacerse cargo de dónde fueron aplicadas y escurriendo el bulto ante los resultados generados. En ese mundo esotérico en el que se mueven sus militantes, siempre hay troneras para decir que no fueron ellos quienes pusieron en práctica sus premisas, que ese no era su modelo, que aquellos que los aplicaron traicionaron la causa… Las verdades del FUT, como en alegoría de Platón, son eternas, no necesitan ser pensadas y obedecen a la misma lógica: se construyen haciendo abstracción de la realidad-real.

En el mundo de democracias maduras, los sindicatos -cuya existencia no está en debate- no se dedican a la tarea ingrata de repetir lemas y consignas: proponen. Pero no lo hacen en función de verdades infalibles. Analizan la realidad, dan cabida a sus imponderables, respetan los contextos, toman en cuenta las nuevas tecnologías y sus efectos, saben hasta dónde pueden estirar las sábanas sin afectar la competitividad de sus productos o poner en riesgo puestos de trabajo.

Aquí no. El FUT habla de memoria. No existe un documento de ese sindicato que pruebe que sus dirigentes piensan la realidad del mundo tal y como está y sitúan al Ecuador en ese mapa. Por el contrario, su discurso, sus lemas y hasta sus pancartas los delatan como actores sociales de un mundo petrificado donde cuenta más la lealtad a unas consignas que las propuestas creativas para cambiarlo y sacar mejor partido. El FUT no es un agente de cambio; es el guardián devoto del mundo que Nikita Jruschov enterró el 25 de febrero de 1956 durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética.

Ahora convoca a otra movilización nacional para defender los sectores estratégicos. Viejo mito estatista que recuerda El ogro filantrópico que Octavio Paz publicó en 1979. El Estado dueño de todo; entelequia y reliquia que es, a su vez, propiedad privada de la burocracia. Esa religión es tan alucinante que los dirigentes del FUT han acusado al Gobierno de todo querer privatizar, cuando el Banco del Pacífico es la única venta, apenas anunciada, de un activo estatal.

La defensa maquillada del Código Laboral de 1938 obedece a la misma visión: su incapacidad para concebir derechos en un mundo complejo, fluido, ferozmente competitivo. Erigir en motivo de movilización el pago de la deuda del Estado al IESS es, para no alargar la lista, una prueba irrefutable de la desconexión del FUT con las realidad fiscal del país, que heredó y debe administrar el gobierno de Guillermo Lasso.

Convocar a una movilización para el 19 de enero, en pleno rebrote de coronavirus, evidencia que el FUT sí hace honor a la alegoría de la caverna de Platón: su irresponsabilidad es monumental. Pero, claro, de nuevo saldrán sus dirigentes a transformar las críticas en ataques y los cuestionamientos en violencia política contra ellos. Victimizarse también saben.