Premium

Betty, la fea

Avatar del JOSÉ DE LA GASCA

La justicia debe mandar un mensaje claro (a todos): denunciar y alertar estos delitos es una obligación ineludible que salva vidas, no que las condena

Betty es una psicóloga que trabaja en un hospital público. Se ocupa de la salud mental de sus pacientes. A diario atiende a víctimas de maltratos y abusos de todo tipo, incluso de abuso sexual infantil. Hace unos años detectó signos de pederastia y el presunto responsable no era otro que el padre de las menores. Aquí comenzó su calvario. Su hallazgo hoy le vale el riesgo de hasta siete años de cárcel.

Sin saberlo, Betty se colocó en medio de una encarnizada pugna doméstica. Y en esa riña, su alerta sobre el abuso era un arma de doble filo. Ahora Betty se volvió un “objetivo”, uno al que debían perseguir judicialmente, intimidar, acallar y desacreditar. Bajo esta lógica de “muerto el perro se acabó la rabia” desaparecía, pues, el abuso sexual y aquel delito a la impunidad.

El procesamiento penal de Betty (dizque por falsificación) a más de consistir en otro grosero caso de criminalización de la profesión, siembra un peligroso precedente en la lucha contra todas las formas de violencia y abusos: es mejor no denunciar.

Pero claro, ¿quién va a querer denunciar a sabiendas de lo que se expone? ¿Quién lo hará si es más probable que termine preso mucho antes, siquiera, que el propio abusador?

Así, aquel deber legal de denunciar se anula. Nos hemos olvidado por completo de que todos los esfuerzos por visibilizar, prevenir y combatir flagelos como el abuso sexual infantil y la violencia doméstica (que termina en femicidios) nacen con la denuncia.

La justicia debe (por fuerza de un bien mayor) corregir este desafuero. Y debe hacerlo en voz alta. Debe mandar un mensaje claro (a todos): denunciar y alertar estos delitos es una obligación ineludible que salva vidas, no que las condena. Debe hacerlo por los cientos de mujeres y niños que aún no encuentran justicia, menos paz. Y también por los otros miles que aún no se atreven ni pueden denunciar.

Betty no es la fea de esta historia. Betty debe ser un símbolo de resistencia frente a un sistema judicial enfermo, que criminaliza a los valientes y premia a los culpables. Betty habla por muchos. Betty habla por mí.