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Ser y parecer

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A los políticos les interesa mucho controlar a los jueces, no solo porque pueden usar sus fallos como moneda de cambio, sino porque con ellos sobreviven

Otra vez Iván Saquicela, presidente de la Corte Nacional de Justicia (CNJ), enturbia la majestad de la función que representa. Esta vez fue captado cuando entraba a la casa de su parientito, el presidente de la Asamblea Nacional (AN), minutos después de que ingresara a ese mismo lugar Esteban Torres, jefe de la bancada legislativa del PSC.

La reunión es un hecho innegable y avergüenza el cinismo de ‘Baby’ Torres por desconocerlo. ¿Qué hacían los máximos representantes de dos funciones del Estado con el jefe de uno de los bloques políticos? No se sabe. Lo que sí conocemos es que días después tendría lugar en la AN la sesión en la que se decidiría la suerte de 3 vocales del Consejo de la Judicatura por su juicio político. Léase de otro modo: un nuevo intento por capturar el órgano de control y la designación de los jueces.

A los políticos les interesa mucho controlar a los jueces, no solo porque pueden usar sus fallos como moneda de cambio, sino porque con ellos sobreviven. Es muy poco lo que un juez no puede hacer en favor de ellos, sobre todo con las garantías jurisdiccionales: restituirlos en sus cargos, impedir la rendición de cuentas, suspender concursos de entes de control, y casi todo lo que puedan desear. Y, claro, en ese momento todos se convierten en grandes obedientes de las decisiones judiciales y respetuosos de la “independencia judicial”. Ni hablar que, en caso de ser procesados por delitos de corrupción, tendrán en ellos su llave a la impunidad.

Esto lo saben todos, especialmente los primos Saquicela: uno tuvo en ciertos jueces el pase de regreso a su cargo, y el otro pudo perder la presidencia de la AN a mano de otros jueces. Y desde luego lo sabe el PSC, que otrora tuvo su cacicazgo judicial.

El presidente de la CNJ debería recordar que según los Principios de Bangalore sobre la ética judicial, un juez debe no solo estar libre de “conexiones e influencias inapropiadas” con los otros poderes del Estado, sino también dar una “apariencia razonable” de ello.

Lo contrario propende a que los demás jueces empeñen su integridad a los políticos a cambio de estabilidad.