Jorge Luis Jalil | La hora del relevo

Y aunque el correísmo ya no sea mayoría, no puede ser ignorado. Habrá que hablar con ellos
La política ecuatoriana vive un recambio generacional inédito. Por primera vez el país está gobernado por un presidente que no ha cumplido 40 años. Daniel Noboa no es solo juventud, sino una forma distinta de ejercer el poder: más cálculo, menos alharaca. Ahora, lo que debemos esperar son los resultados de la gestión que empezó hace meses y debe consolidarse en mejoras visibles a nuestra calidad de vida.
Desde 2006, el correísmo dominó la Asamblea. Hoy por primera vez no es la bancada mayoritaria. Noboa ha logrado articular una alianza funcional que le dio la presidencia, la primera vicepresidencia, una mayoría cómoda en el CAL y el control de las comisiones clave. Ha hecho lo que muchos políticos tradicionales no supieron: organizar el tablero con estrategia, sin insultos ni teatro.
Su ascenso tiene, además, un tinte de justicia poética. La familia Noboa fue víctima de una persecución abierta en la década correísta. Basta recordar la confiscación arbitraria de La Clementina, uno de los activos más emblemáticos del grupo Noboa, y los millonarios juicios lanzados desde el SRI. Que hoy el hijo de ese perseguido derrote al correísmo por segunda vez y con amplia legitimidad democrática no es un dato menor: es un giro profundo en la historia política reciente.
Por su lado, el discurso de Niels Olsen marcó un tono moderno y conciliador. Con serenidad, visión y elegancia dio señales de madurez política; un liderazgo joven que inspira confianza y merece respaldo.
Pero gobernar no es solo ganar. Este nuevo tiempo exige resultados y apertura. Noboa ha estabilizado el tablero, postergado indefinidamente la constituyente y devuelto previsibilidad a la economía. El sector empresarial debe corresponder con responsabilidad: invertir, generar empleo y contribuir activamente al crecimiento.
Y aunque el correísmo ya no sea mayoría, no puede ser ignorado. Habrá que hablar con ellos. No por debilidad, sino por visión de país. Ecuador merece acuerdos reales, no trincheras eternas.
Lo dijo Goethe: “El talento se forma en la calma, el carácter en la tempestad”. Esta generación ya no puede improvisar, debe construir con carácter.