Jorge Luis Jalil | ¿Qué falta para despegar?

Pero hay futuro. Ecuador tiene recursos, talento y geografía
Varios gobernantes han tenido el mismo discurso: atraer inversión, generar empleo, reactivar la economía. Pero los números son tercos. En 2024, Ecuador captó solo $ 200 millones en inversión extranjera directa, y mantiene un promedio de solo $ 800 millones anuales en la última década. En cambio, Perú recibió $ 1.900 millones solo en el último trimestre de 2024, y Colombia logró captar entre $ 4.350 y $ 4.400 millones en todo el año.
El problema no es solo la inseguridad. Hay una serie de factores estructurales letales: la inestabilidad institucional, las modificaciones fiscales sin rumbo, la burocracia que estrangula a cualquier empresa, y una justicia lenta, politizada y poco fiable. En Ecuador las reglas cambian con cada gobierno; aquí cuando se invierte uno puede sentir que juega a la ruleta.
Sí hay destellos de esperanza: el gobierno de Daniel Noboa ha retomado las alianzas público-privadas, mostró disciplina fiscal y avanza con una agenda internacional para atraer capital. Pero podemos agregarle contundencia.
Lo que viene para cambiar este relato no es ideología, sino institucionalidad: estabilidad jurídica, transparencia real, licitaciones públicas y un sistema arbitral serio. En Perú y Colombia estas reglas están vigentes: generan confianza, atraen capital y alimentan crecimiento. Mientras tanto, acá celebramos contratos para que luego se caigan.
Pero hay futuro. Ecuador tiene recursos, talento y geografía. Si mantenemos los aciertos de Noboa -orden fiscal, proyección al exterior y medidas que apunten a hacer mas eficiente el Estado- y los consolidamos con leyes claras y continuidad, podemos empezar a ver flujos de inversión sostenibles.
No se trata de promesas vacías. Se trata de construir un país confiable, con visión de futuro y coherencia. Si avanzamos por ese camino, la inversión privada no será un espejismo, sino una realidad. Y con ello llegará empleo, tecnología, progreso. Ese es el desafío: generar seguridad mirando hacia delante, no al espejo retrovisor.