Jorge Luis Jalil | Derecho a existir

Rodeado de vecinos que niegan su derecho a existir, ha aprendido a vivir en alerta permanente y se ha preparado para lo peor
Israel no es un país perfecto, pero es el único en Medio Oriente cuya existencia misma se sigue discutiendo y cuyos valores se alinean con los de Occidente. No hay que olvidar que muchas veces, por no decir siempre, las batallas que libramos también son culturales.
Rodeado de vecinos que niegan su derecho a existir, ha aprendido a vivir en alerta permanente y se ha preparado para lo peor. Su establecimiento en 1948 no fue un capricho, sino una respuesta histórica tras el Holocausto y décadas de persecución. La resolución 181 de la ONU y la continuidad de presencia judía en la región respaldaron ese nacimiento. No fue una creación artificial, sino una decisión internacional sobre una tierra donde ya existía un vínculo histórico, religioso y cultural. Fue una partición polémica, sí, pero legal y votada por la mayoría de naciones en Asamblea General. Hoy el conflicto parece eterno. Hamás, que controla Gaza, dispara desde hospitales y escuelas, construye túneles bajo viviendas civiles -más de 1.300 detectados- y usa a su propia gente como escudos. Israel lanza advertencias previo a sus ataques. ¿Eso lo absuelve de errores? No, e incluso en muchos casos no existen advertencias, pero sí marca una diferencia. En octubre de 2023, Hamás atacó con más de 5.000 cohetes y perpetró matanzas en zonas civiles. La respuesta israelí fue dura. ¿Fue proporcional? Hay opiniones divididas, algunos condenan lo que sucede en Palestina como un genocidio mientras que otros lo señalan como una retaliación a un ataque ruin y una maniobra de supervivencia del Estado israelí. Algo sí es claro, la guerra no la empezó quien se defendió.
Mientras tanto, Irán, que se dice financia a Hamás y Hezbolá, sigue amenazando con borrar a Israel del mapa y ya enriquece uranio al 60 %, umbral peligroso que lo pone sumamente cerca de capacidad nuclear balística. Eso no es retórica, es una amenaza global. Por eso EE.UU. interviene. No solo por un aliado, sino por defender valores comunes: libertad, democracia, vida. Es imperativo que las partes intervinientes se sienten a negociar para evitar más derramamiento de sangre. Martin Luther King alguna vez dijo: “La paz no es la ausencia de guerra, sino la presencia de justicia”.