Aquellos tiempos tan lejanos

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Hoy, pese a la segunda temporada de “The Crown”, son recuerdos color sepia.

Diario El Mercurio de Chile trae, para incitar a la melancolía de otros tiempos, el recuerdo de un “affaire” amoroso que en su momento enrojeció a la prensa, causó la caída de un ministro joven y prometedor, salpicó al primer ministro que también tuvo que dimitir y llevó al suicidio a un médico de moral “light”, arribista, trepador, invitado permanente de fiestas del “jet set”.

Fue en los días de la Guerra Fría, entre 1961 y 1963, para ser exactos, la época propicia para las novelas de Ian Fleming o de John Le Carré. Seis décadas después, en donde el orden mundial se hace y deshace a golpes de “tuits”, el “look” de la joven Christine Keeler, incluida su fotografía en un discreto traje de baño de la época, de su amiga y compañera de aventuras Mandy Rice-Davies, del primer ministro Harold McMillan -conocido como “el imperturbable”-, del mismo Profumo con el sombrero y la corbata de moda en esos años, muestran, pese a todo, que el tiempo definitivamente ha pasado. Pero esos escándalos no solo no han disminuido sino que han aumentado y se han sofisticado, con “Il Cavalieri” y a otros tantos poderosos de hoy.

El asunto saltó al ámbito de la política internacional de la época porque la joven Keeler, (19 años en ese tiempo) mantenía, simultáneamente relaciones amorosas con Yegeny Ivanov, considerado espía soviético en Londres e investigado por el M15 (el de James Bond), y Profumo era ministro de Defensa. 

El “affaire” se hizo público por un problema entre la Keeler y otro de sus “amigos”, pero terminó involucrando directamente a Profumo, es decir a la seguridad británica y al primer ministro conservador que lo apoyó. 

El “affaire Profumo” fue de actualidad punzante en su momento. Hoy, pese a la segunda temporada de The Crown, son recuerdos color sepia. Sus personajes aparecen en los versos del poeta T. S. Eliot en Tierra baldía, cuando advertía en la mejor tradición occidental del paso destructivo del tiempo: “Ciudad irreal/ bajo la niebla parda de un amanecer de invierno, /una multitud fluía por el puente de Londres, tantos/ no creí que la muerte hubiese deshecho a tantos” .