El gobierno de la presidenta Dina Boluarte se encuentra bajo ataque en toda regla. Llama la atención la indiferencia de la opinión pública del país cuando se trata de uno de nuestros vecinos más importantes y el proceso que sufre se ha vivido ya de alguna manera aquí y que, por supuesto, podemos tener en los próximos meses paros y bloqueos como los está viviendo el Perú. Estas olas de caos social y desafíos a la institucionalidad, montadas sobre reclamos ciudadanos, están a la orden del día en toda la región (Chile 2019; Colombia 2021) y nadie se puede considerar a salvo. Son parte del escenario pospandemia, facilitados por la pérdida de legitimidad de las instituciones, malestares en áreas críticas para la población como la salud, la seguridad, el desempleo, la inflación.

En el caso del Perú el expresidente Castillo intentó dar un golpe de Estado. Fue tan mal planeado y llevado a cabo que equivalió a un suicidio político. En ese momento, el desprestigio tanto del poder Ejecutivo como del Legislativo era enorme, sobre todo de este último. El resultado, el gobierno de Dina Boluarte no fue sino la consecuencia política y legal. Hubo un error sin embargo. Ni la presidenta, ni el primer ministro y ni los consejeros asumieron que se trataba de un gobierno de transición que mientras menos durase en el poder era lo mejor. Las dilaciones, el error, producto seguramente del interés y del pésimo cálculo político, de mantener los plazos para las elecciones presidenciales y de los congresistas, la ceguera de querer mantener las mismas reglas del juego que han llevado al país a la encrucijada junto con las estrategias subversivas de grupos sediciosos, encendieron el país.

“Cincuenta y cuatro muertos, más de 580 policías heridos, dos mil millones en pérdidas económicas, cinco aeropuertos vandalizados, catorce sedes judiciales atacadas o incendiadas, cuatro grandes operaciones mineras atacadas, más de 80 puntos en bloqueos en carreteras”, es parte del escalofriante resumen que ayer Mario Saldaña ofrecía en El Comercio de Lima. A ello se ha sumado el igual agresivo ataque de los gobiernos de izquierda de la región, que sin tapujos cuestionan la legitimidad del gobierno peruano. Los presidentes de Argentina, Colombia, México y Bolivia, han arremetido contra el gobierno en un increíble ejercicio de injerencia en nombre de la democracia. A buen entendedor...