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¿Qué pasa en Brasil?

Avatar del Joaquín Hernández

El apoyo de Lula a los gobiernos de la izquierda latinoamericana, desde Chávez a los demás de la región, resulta muy preocupante para las democracias liberales sudamericanas’.

Los resultados de las recientes elecciones brasileñas han sido una sorpresa para la mayoría de observadores, periodistas y, probablemente para los mismos brasileños, salvo que se hubiese producido una extraña dicotomía entre los analistas y periodistas extranjeros que creyeron en la veracidad de las encuestadoras y los propios habitantes que nunca los tomaron en serio. El hecho es que el expresidente Lula no ganó en primera vuelta como se esperaba ni puso una distancia considerable con su opositor Bolsonaro. A su vez, este logró una remontada muy fuerte que lo dejó con pocos puntos de distancia en relación a Lula, cinco aproximadamente.

El pronóstico de quién ganará las próximas elecciones es difícil y todo depende de cómo quiera vérselo. El expresidente Lula solo necesitará aumentar un 1,6 % de votantes para lograr la presidencia de la República. Bolsonaro en cambio, deberá repuntar, de acuerdo a las alianzas que haga y a las fidelidades que mantenga, los siete puntos restantes. Lo que es válido afirmar es que la elección entre ambos contendientes ha ido más allá de la tradicional división entre izquierdas y derechas y se ha centrado más bien en candidaturas personales que tienen una base ideológica lo suficientemente flexible para acoger una multitud de expectativas o, si se quiere, para dar la percepción de que acogerán dichas expectativas.

Para buena parte de América Latina, Ecuador incluido, Lula participa de la desconfianza hacia los gobiernos de izquierda que terminan destruyendo las libertades, haciendo del Estado el centro monopólico de todas las actividades y profundizando divisiones culturales para enfrentar a unos ciudadanos con otros. El apoyo de Lula a los gobiernos de la izquierda latinoamericana, desde Chávez a los demás de la región, resulta muy preocupante para las democracias liberales sudamericanas.

Es conocido también que en cuestiones de política exterior, quien diseña y ejecuta es el presidente de la República y no el Congreso, que en este caso tiene mayoría de derecha, pero que es difícil rompa la tradición de abrir una polémica con el Ejecutivo por este tema. Bolsonaro, tampoco parece ser una expectativa satisfactoria para una democracia liberal, por más que ideológicamente tenga coincidencias con alguno de los postulados de ella.