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Otro orden mundial

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En otras palabras, en la crisis ucraniana, Occidente no puede imponer su interpretación y debe aceptar que existe un orden mundial multipolar donde Rusia y China tienen su propia legitimidad

Se produzca o no la invasión rusa a Ucrania, lo cierto es que en medio de tantas noticias alarmantes y negociaciones fallidas, lo que está apareciendo es el diseño de otro orden mundial diferente al que conocemos.

Dicho orden, inspirado en los principios westfalianos que pusieron fin a la guerra de los Treinta Años en Europa en 1648 y que fue concretado en los años claves para nosotros de 1948 a 1991, está perdiendo legitimidad. Es lo que Henry Kissinger advertía en las páginas finales de su libro World Order: “En el mundo de la geopolítica, el orden establecido y proclamado por los países occidentales se encuentra en un punto de inflexión”…”conceptos como democracia, derechos humanos y derecho internacional reciben interpretaciones divergentes que las partes beligerantes invocan regularmente unas contra otras como gritos de batalla”.

Publicado el libro de Kissinger en 2014, anticipa lo que está sucediendo en la crisis ucraniana, donde se cuestiona no la validez de los conceptos de democracia, derechos humanos, derecho internacional, si no la interpretación de los mismos que hace Occidente como la única válida.

Eso es lo que expresa la Declaración Conjunta entre la Federación Rusa y la República Popular China, suscrita por los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping respectivamente, el pasado 4 de febrero en Pekín con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno. El documento, es una exposición de este nuevo orden mundial.

Ambos países coinciden en que si bien la democracia es un valor humano universal, no existe un modelo único de la misma. Por tanto, los intentos de Estados de imponer sus “propias normas democráticas” a otros, son “una burla a la democracia” e implican peligros para la paz mundial. El carácter universal de los derechos humanos además, “debe contemplarse a través del prisma de cada país”.

En otras palabras, en la crisis ucraniana, Occidente no puede imponer su interpretación y debe aceptar que existe un orden mundial multipolar donde Rusia y China tienen su propia legitimidad.