Premium

Casi una lotería

Avatar del Joaquín Hernández

El gobierno del profesor Castillo no representa a la mitad del país. Fue la voltereta final del juego de coincidencias fortuitas y el rechazo a una candidatura manchada de antemano por la corrupción y el autoritarismo’.

El texto es de Borges, pertenece a Ficciones:… Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad: hasta el día de hoy, he pensado tan poco en ella como en la conducta de los dioses indescifrables o de mi corazón”.

El triunfo del profesor Pedro Castillo, candidato de Perú Libre, en las elecciones presidenciales es legítimo. En otras palabras, ganó democráticamente, aunque sea por pocos votos. Esto es hoy un pobre consuelo para quienes sufren ya sus consecuencias. Y no solo por causa de las agendas encubiertas que han comenzado a desarrollar izquierdistas radicales, como Vladimir Cerrón o defensores de los autoritarismos cubano-venezolanos, como el primer ministro Guido Bellido o el canciller Héctor Béjar. ¿No dijo este último que “Sendero ha sido en gran parte obra de la CIA y de los servicios de inteligencia”? También por la cantidad de ministros y funcionarios poco competentes, improvisados y desconocedores de la complejidad de sus funciones. Se salvan, con los dedos de una mano, pocos como Pedro Francke y Julio Rangel, si es que al fin queda en la presidencia del Banco Central de Reserva del Perú.

Perú Libre fue caracterizado recientemente por Martín Tanaka en El Comercio, de Lima, como: “…el que ganó legítimamente la elección es un partido que expresa a los sectores más anquilosados y conservadores de la izquierda peruana”.

Así es la lotería. Es el imperio del azar donde, para rememorar a Borges de nuevo, los dioses son crueles e impasibles con los mortales que se atreven a jugar.

El gobierno del profesor Castillo no representa a la mitad del país. Fue la voltereta final del juego de coincidencias fortuitas y el rechazo a una candidatura manchada de antemano por la corrupción y el autoritarismo. “…Podría ser que no hayamos elegido el mal menor sino la mafia menor”, resumía Jorge Bruce.

Jugar y ganar a la lotería es legítimo. Hasta aquí el triunfo del Profesor Castillo. Qué haga con esos millones, cómo los malgaste o invierta es otra cosa. A eso están siendo reducidas las democracias: al juego de azar.