Columnas

Democracias suicidas

Lo contrario de la derecha y del centro, no solo en Perú sino en otros países como el nuestro, que tienen miedo de mostrar lo que piensan y actuar en consecuencia

En sus primeros tres días de gobierno, el nuevo presidente del Perú, Pedro Castillo, mostró que eran ciertas las acusaciones que le hizo la oposición en estos desgastantes meses de incertidumbre. Lo advirtió el fujimorismo entre otros actores no tan santos. Pero Castillo ha cumplido: Asamblea Constituyente que cambie las reglas de juego democrático y que es recurso conocido de los socialismos del siglo XXI, ataque a las grandes corporaciones transnacionales acusadas de llevarse a raudales las riquezas nacionales y la repetición del relato marxista de la opresión de los pueblos originales por los occidentales españoles que continúa hasta hoy. Nada de la tolerancia y de la búsqueda de consenso que algunos analistas apostaron sería su línea política dado que la mitad del país no lo eligió y el desequilibrio de fuerzas en el Congreso peruano. Pecaron de ingenuos.

Por si quedan dudas, incorporación de los militares al gobierno como contratistas para la construcción de obras y que de paso se vuelvan leales por los contratos adjudicados. Legitimación de los “ronderos” o grupos de vigilancia por todo el país encargados de detectar, delatar síntomas de oposición. Una verdadera declaratoria de guerra como lo señaló Jaime de Althaus en El Comercio de Lima.

Por si alguien tenía dudas, el nombramiento de Guido Bellido como presidente del consejo de ministros, investigado por el Ministerio Público por el presunto delito de apología del terrorismo, quien además ha calificado a la dictadura cubana de “democrática”.

La República de Lima en su editorial “No, señor presidente”, señaló el significado de semejante nombramiento: “…sin duda la ruptura del compromiso básico de mantener al país lejos de cualquier amenaza extremista”.

Si la oposición no se equivocó al señalar quién era Castillo, hoy parece desconcertada. El profesor tomó la iniciativa e impuso sus reglas de juego. Vida sola hay una. Lo contrario de la derecha y del centro, no solo en Perú sino en otros países como el nuestro, que tienen miedo de mostrar lo que piensan y actuar en consecuencia.