“Nadie supo nada”

"...necesitamos hombres resueltos que crean que la educación lo puede todo, y de esos, aunque no lo crea, existimos algunos"

Acaba de aparecer en México, bajo el sello editorial de Grijalbo, el libro de Jorge Fernández Menéndez, Nadie supo nada, el asesinato de uno de los empresarios mexicanos de mayor visión y talante humanitario, don Eugenio Garza Sada en septiembre de 1973, durante la presidencia de Luis Echeverría (1970-1976). Ya en 2006, Fernández Menéndez se había ocupado de este crimen. Lo que ahora resulta relevante de esta nueva edición es que sus asesinos y el secuestro que terminó con la muerte del fundador del Instituto Tecnológico de Monterrey (TEC), era conocido desde un año atrás por el gobierno mexicano de entonces, gracias al acceso a documentos desclasificados del Archivo General de la Nación. 

Lo más grave: los asesinos de ayer son ahora exonerados. Garza Sada era el “representante de la oligarquía en México” y fue “muerto en guerra”, declaró Cilia Olmos, según recoge Pablo Hiriart en su reciente columna de El financiero, Dos buenos libros, dos grandes periodistas.

No se trata solo de un gran trabajo de investigación periodística que Fernández Menéndez realiza sobre la muerte del presidente de Cervecería Cuauhtémoc, líder del Grupo Monterrey y presidente fundador del TEC. Lo que el libro abre al debate es la tendencia de gobiernos y grupos políticos defensores de derechos humanos a olvidar o disculpar acciones criminales en nombre de supuestas causas populares, argumentado todo con la fraseología populista que está todavía de moda en América Latina. Se sigue reivindicando el odio y el enfrentamiento en nombre de un resentimiento patológico.

El espíritu de don Eugenio, pese a lo execrable del crimen, está presente hoy en el Instituto Tecnológico de Monterrey. No hay una huella de odio ni evocación de supuestos martirios, como reza el santoral de la izquierda latinoamericana

Creía en la educación como transformador por excelencia de las personas para volverse seres humanos florecientes, potenciados al máximo: “necesitamos hombres resueltos que crean que la educación lo puede todo, y de esos, aunque no lo crea, existimos algunos”.