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Chile, ¿un modelo fracasado?

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El Chile de hoy es totalmente diferente. Airado, resentido, polarizado entre alternativas extremas lejanas de la estabilidad democrática que caracterizó al país desde el retorno a la democracia en 1989’.

En los años 90 del siglo pasado, y en realidad hasta octubre de 2019, Chile era un modelo de desarrollo económico para la región porque combinaba un notable y permanente crecimiento económico con la vigencia de la democracia representativa y la estabilidad del Estado, pese a los partidos que se turnaban en el poder. Recuerdo todavía, con una mezcla de asombro y de envidia, al viajar en el Metro de Santiago en las horas punta de salida de los trabajos, el orden y la fría cortesía con la que procedían ciudadanos de saco y corbata que revisaban cuadernos o notas en silencio sin la típica alevosía y malacrianza que nos caracteriza, por desgracia, a los demás citadinos de la región. Por lo demás, la sensación de bienestar y calidad de vida era palpable. Es posible, por supuesto, que se estuviesen incubando los gérmenes de los malestares futuros.

El Chile de hoy es totalmente diferente. Airado, resentido, polarizado entre alternativas extremas lejanas de la estabilidad democrática que caracterizó al país desde el retorno a la democracia en 1989. Lo muestran las posturas de los candidatos con más opción para las elecciones presidenciales del domingo 21 de noviembre, Gabriel Boric y Juan Antonio Kast. Tanto como para que una revista de tanta credibilidad en sus análisis como The Economist haya calificado esta semana a ambos extremos como del “alarde de la utopía”, mostrando lo imposible de cumplir de ambas propuestas. “¿Qué pudo ocurrir”, pregunta el rector de la universidad Diego Portales de Santiago, Carlos Peña, en un artículo publicado por diario El País, de España, “…para que lo que el presidente Piñera llamó un ‘oasis de la región’ repitiera, o aparentara repetir, el ciclo habitual de malestar y desorden que, por desgracia, ha llegado a ser la marca registrada de la región?”.

Las posturas de Gabriel Boric y de José Antonio Kast son irreconciliables y, así como están planteadas no tienen mucho que ver con el modelo que caracterizó al país.

Por eso Cristián Warnken describía el estado de ánimo de muchos chilenos: “estamos yendo a votar con el alma en un hilo”.