Columnas

Campaña contra la UNAM

El ataque no es ahora contra las finanzas de la universidad como en 1933.

¿Qué preocupación, más allá de las fronteras mexicanas y en el ámbito de la educación superior internacional, puede haber por las acometidas del presidente mexicano contra la UNAM? No es la primera vez que un gobierno arremete contra una universidad, más bien es al revés. La historia de estas registra, desde su origen, conflictos con los poderes establecidos que tratan de imponerles su voluntad. En el caso de la UNAM, poco después del reconocimiento de su autonomía por parte del Estado mexicano, entre 1929 y 1933, su primera confrontación con el poder fue a manos de uno de los políticos del nuevo régimen posrevolucionario, Vicente Lombardo Toledano, que intentó volver escuela de socialismo a la reciente universidad, cuyo escudo llevaba el lema que recogía la visión de José Vasconcelos, “Por mi raza hablará el espíritu”, que unía al águila mexicana con el cóndor andino. Nada más lejano a la “raza cósmica” de Vasconcelos que la reducción ventrílocua al catecismo socialismo propugnado por Lombardo Toledano, que exigía escoger entre burgués o socialista, como “única opción ante la crisis de la burguesía a nivel mundial”.

El rector que tuvo que enfrentar las retaliaciones económicas impuestas por la intransigencia ideológica de Lombardo Toledano fue Manuel Gómez Marín, quien desafió al socialista con palabras que hasta ahora lucirían honrosas en el frontispicio de una universidad: “El Estado no tiene más que dos caminos ante el problema de la educación: o acepta la libertad plena, como yo lo deseo, o impone su visión a la universidad… ¡Lejos de mí, siempre, el absurdo de creer que mi verdad es la verdad. Yo no soy el espíritu humano. .. yo soy un hombre que piensa. El Sr. Lombardo es un pontífice que dogmatiza. Yo investigo, él formula en tono sibilino el oriente de la universidad”.

El ataque no es ahora contra las finanzas de la universidad como en 1933. Es para destruir la institución universitaria, para deslegitimarla, para dejarla sin credibilidad.

Los socialismos del siglo XXI desencadenan las guerras culturales para dejar solamente ciudades y paisajes en ruina.