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Joaquín Hernández: ¿Nos asombramos todavía?

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¿Qué ha pasado en la sociedad ecuatoriana que en estos últimos 40 años se han destruido los valores de la mínima convivencia?

En un artículo anterior preguntaba cómo afectan a nuestra sociedad, en sus valores y las actitudes, los ‘shocks’ producidos por las revelaciones de hechos totalmente desquiciantes e inéditos ocurridos en los últimos cinco años y que perjudican gravemente nuestra calidad de vida. 

La violencia y la inseguridad rampantes, con su ola de consecuencias negativas de todo tipo por una parte. El vergonzoso destino de una generación política que concentró poder y dinero de forma alucinante y que terminó en la cárcel, en la huida del país para evitar estar entre rejas y que se alió con personajes del hampa y del narcotráfico, totalmente incompatibles con sus declaraciones emocionadas de honradez a toda prueba, nacionalismo sobre intereses particulares o grupales, valoración de la dignidad de la persona y de la vida, compromiso con la verdad, prioridad indiscutible si es que se trataba como decían, de refundar al país. 

Finalmente, se han sumado casos como la etapa de recientes apagones de energía eléctrica que han mostrado a partes iguales la ineficiencia del Estado administrado por gobiernos anteriores de diferente posición política y hechos que quitan el sueño, como los enfermos que mueren por escasez de medicinas en los hospitales del Estado, el desorden organizado del tráfico, la tortura del transporte público. Este no es el Ecuador que se creía iba a surgir en los años setenta y ochenta cuando el descubrimiento del petróleo dio una nueva tónica a la vida de las ciudades y pareció acercarnos a la modernidad, menos pueblerinos y más urbanos.

¿Cómo relacionan los padres de familia, los jóvenes, los profesionales, el ciudadano común que simplemente quiere una vida digna, libre y sin miedos, este casi tocar fondo de los valores que se supone definen a la sociedad ecuatoriana, con sus prácticas cotidianas, su actitud frente a los demás, su valoración de la institucionalidad que simplemente quiere decir el acatamiento de las normas y no la búsqueda de excepciones que me benefician? ¿Qué ha pasado en la sociedad ecuatoriana, guayaquileña, que en estos últimos 40 años se han destruido los valores de la mínima convivencia que permiten tener calidad de ser humano y no de superviviente? No se trata de ser pesimista sino realista. Y solo, pese a lo repetitivo, solo el realismo podrá salvarnos.