Premium

Joaquín Hernández Alvarado: Mirar al Perú

Avatar del Joaquín Hernández

La violencia del crimen organizado y todas sus secuelas no se limitan a las fronteras geográficas de un país.

Es icónica la frase de uno de los personajes de la novela de Mario Vargas Llosa, Conversación en la Catedral, Santiago Zavala, Zavalita, al comienzo de la obra, cuando expresa su decepción por la situación del Perú en los años de la dictadura del Gral. Manuel Odría: “¿Cuándo se jodió el Perú, Zavalita, cuándo?”. 

Hoy, más o menos 75 años después, Zavalita sigue estando decepcionado y repite la misma pregunta, pero por razones distintas. Algunas de ellas, como por ejemplo, el avance de la minería ilegal y la reciente masacre de un grupo de trabajadores de la mina Poderosa en Pataz, departamento de la Libertad, el 4 de mayo, que fue desestimada por el entonces primer ministro del Perú, Gustavo Adrianzén, lo que luego provocó su renuncia para evitar ser destituido por el Congreso.

Al personaje de la novela de Vargas Llosa le decepcionaba el Perú por la pérdida de libertades de la dictadura de Odría, la represión del gobierno, la corrupción propia de regímenes autocráticos y el desinterés ciudadano, todo expresado en el paisaje de una de las calles del centro de Lima

Ahora, en palabras de un editorialista de diario El Comercio de Lima, “…persiste la violencia impune, la respuesta errática del estado, y la indiferencia de la clase política”. No hace falta imaginación para entender la gravedad y extensión de la problemática que está sucediendo en Perú: grupos ilegales controlan cada vez más territorio, aumenta el lavado de dinero y la violencia se adueña del país. 

Todo ello en una crisis de legitimidad del gobierno presidido por Dina Boluarte, que ha llegado a una popularidad cero en el norte del país, según la encuestadora Ipsos. La gestión de la presidente y la del gobierno en tiempos tan difíciles puede ser resumida en la expresión de Carlos Basombrío Iglesias en su columna en El Comercio de Lima, “La dama de yerro”. 

Boluarte en dos años y medio de mandato ha tenido cuatro jefes de gabinete y 66 ministros. Hasta el momento ha fracaso en la lucha contra el crimen organizado. Los cambios de gabinete han sido cosméticos y el gobierno parece condenado a repetir el libreto que lo deslegitima cada vez más. En el caso de Lima y Callao, las extorsiones han aumentado tanto que provocaron un paro generalizado hace poco, y se anuncia otro.

La violencia del crimen organizado y todas sus secuelas no se limitan a las fronteras geográficas de un país. Sus avances en Perú y Colombia se interrelacionan y se potencian en Ecuador. Solo una perspectiva regional puede dar cuenta de la situación nacional.