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Violenta desorientación

La desorientación y el desarraigo son caldo de cultivo para la violencia

Nuestras cabezas han evolucionado para soportar una cierta capacidad de información, un cierto nivel de carga. Se le llama carga cognitiva y cuando es superada, el cerebro empieza a apagarse: llega el agotamiento cognitivo.

Convengamos que vivir nos pone día a día al borde del agotamiento cognitivo: tanta información, tanta velocidad y trajín, tantas obligaciones que cumplir. Dicen los mayores que antes la vida era más lenta y tranquila... Les doy el beneficio de la duda porque siento cómo la tentación de interrumpir el almuerzo o una conversación personal por atender el celular -escenario materialmente imposible pocos años atrás- refleja bien la peor versión de nuestro trajín.

Ahora, que encima de ello tengamos que agregar a nuestra carga cognitiva lo de pueblo chico infierno grande, raya en el masoquismo. Las historias cotidianas del Gobierno Nacional, de la Asamblea Nacional, de la Función Judicial, la última excusa de los llamados entes de control para justificar su existencia, tener que escuchar las verdades activistas del correísmo y del nebotismo, los desamores identitarios del movimiento indígena, o las últimas noticias de la pandilla de moda, local o transnacional, hace comprender por qué las secciones de chisme y prensa rosa tienen tanto éxito.

Veo que las personas a mi alrededor tienen menos recursos cognitivos disponibles para procesar con actitud positiva y cooperativa las presiones del diario vivir. Yo estoy contagiado. Veo reacciones más violentas e interacciones más desconfiadas que aquellas que les reconocía a las mismas personas hace poco tiempo; están crispadas. Concluyo que la incertidumbre económica y política, la incertidumbre sobre la seguridad física, y sobre la vida misma como nos la habíamos -¿o habían?- planteado está en vilo.

Cuando perdemos referencias caemos en anomia, que es un estado pasivo de desarraigo y desorientación. Pero cuando además de ello vemos en riesgo aspectos de nuestras referencias anteriores y de nuestra seguridad física, el desarraigo y la desorientación se vuelven reactivos: es violencia en potencia en cada persona.