Jaime Rumbea: Silencioso feriado

Dos oídos y una boca tenemos para que esa sea la proporción con que usemos esos respectivos sentidos
Cuando Filomela fue víctima de Tereo, el rey le arrancó la lengua para impedirle hablar. En su tapiz bordó la historia que no podía pronunciar. Su silencio fue impuesto, no elegido: una violencia que buscaba borrar la verdad.
Hoy, en otro registro, vivimos un tiempo donde el ruido cumple esa misma función, ahogando el sentido bajo una marea de voces urgentes.
Hay que opinar, reaccionar, pronunciarse. Las redes, los micrófonos y los algoritmos coinciden en una misma exigencia: producir ruido. La palabra ha dejado de ser mediación para volverse tormenta.
En el espacio público, quien calla parece sospechoso, culpable o irrelevante. La saturación del discurso no ilumina: enceguece. La abundancia de palabras -de mensajes- no revela, sino que oculta lo esencial.
El silencio no siempre es vacío. A veces es defensa, a veces dignidad. Callar no es retirarse del mundo, sino darle tiempo al sentido. En medio de la sobreproducción de voces, el silencio ordena y filtra; nos protege de la velocidad que confunde la opinión con el conocimiento. La política, convertida en espectáculo, se alimenta de esa compulsión: los líderes se baten entre dos prioridades, gobernar y ‘performar’; los medios van atrás de las discusiones tratando de discernir lo urgente, editorializan; los ciudadanos no deliberan, gritan.
Frente al ruido que domina, el silencio puede ser una forma de acción. No el mutismo de Filomela, sino el de quien elige callar para no abonar sobre ideas equivocadas, o para no sumarse simplemente al estruendo de lo obvio. Tal vez el gesto más político de nuestro tiempo no sea hablar más fuerte, sino recuperar el derecho a callar.
En estos días de gritos y consignas, cuando la protesta busca hacerse oír sobre el ritmo social, pero también desafía la paz y el derecho a circular libremente, el silencio puede ser también una trinchera: no de indiferencia, sino de lucidez. Callar para escuchar lo que el ruido impide entender.
Un buen uso para el largo feriado.