Jaime Antonio Rumbea | Cree en ti

“Creo más en ti de lo que tú crees en ti mismo”
“Creo más en ti de lo que tú crees en ti mismo”. Con estas palabras -atribuidas a su padre- el presidente Daniel Noboa intentó transmitir un mensaje de confianza a su equipo durante su discurso del 24 de mayo. No fue solo una fórmula emocional para comprometerlos: fue una declaración de fe en el potencial del otro, que toca una fibra más profunda de nuestra cultura política y social.
La confianza, cuando es auténtica, tiene una cualidad contagiosa. El que se sabe mirado con respeto y expectativa comienza a imaginar horizontes antes impensables. Esta es una verdad humana, pero también política. Y es, quizás, una de las mayores tareas de un líder: proyectar sobre su pueblo una imagen de dignidad y posibilidad, incluso cuando la realidad no ayuda.
Ecuador ha vivido demasiados años mirando hacia abajo. Inoculado semanalmente de conflictividad, con desconfianza en su juventud, con sospecha hacia la iniciativa privada, con desprecio hacia la política y con miedo al futuro. Muchos niños crecen sin que nadie les diga que pueden. Muchos migran porque ya no creen en su propio futuro aquí. La desconfianza se ha vuelto sistema: afecta el proyecto común y disuade y perjudica cualquier negocio, pequeño o grande.
Por eso, cuando un presidente dice que cree más en otro que lo que ese otro cree de sí mismo, no está solo hablando a sus ministros. Si lo cree de verdad -y si sabe decirlo con constancia, no solo en las ceremonias- está sembrando un relato poderoso para el país. Un relato que puede cambiar la conversación con el migrante, con el inversionista, con el joven que quiere estudiar, con la madre que trabaja doble, con el político honesto que aún cree. Es el mejor eslogan que he escuchado en mucho tiempo y, tomado de las palabras de su padre, conlleva eso de poderoso que es la trascendencia y el legado.
No basta administrar, hace falta inspirar. Y para inspirar hay que creer. La historia de la gente que transforma su realidad, la de su familia y la de su comunidad empieza cuando alguien -un padre, un maestro, un mentor- dice: “creo en ti”.