Jaime Antonio Rumbea: ¿Qué vamos a cambiar?

¿Quién será el sabio que el presidente tenga a su lado para rediseñar el andamiaje institucional del Ecuador?
Ya sea que el presidente convoque una asamblea constituyente, una consulta popular, una batería de reformas, o que simplemente gobierne con el poder real para transformar que tiene, con visión de negocios, la pregunta de fondo permanece: ¿qué mismo vamos a cambiar?
¿Quién será el sabio que el presidente tenga a su lado para rediseñar el andamiaje institucional del Ecuador?
Quienes empezamos con unas primeras canas a mirar los plazos largos sabemos que las grandes transformaciones no nacen de ocurrencias ni apuros políticos. Se fundan sobre estructuras invisibles pero esenciales: contratos, propiedad, gramática de negocios, instituciones.
La palabra ‘imperium’, que solemos asociar al poder militar y a política internacional, significaba en su origen mercado. Fue el derecho romano -su claridad y organización- lo que dio forma a la economía de Occidente, el gran imperio europeo, hasta hoy.
Ese legado que pareció caer con el Imperio romano y dispersarse en la Edad Media, no fue transformado sino solo potenciado en 1804 con el Código Civil Napoleónico, matriz de todas las legislaciones latinas. Podrán decirme que antes estuvieron los ingeniosos holandeses y británicos para estructurar sociedades coloniales con los preceptos capitalistas, o que el derecho canónico que predominó durante la Edad Media también hizo su aporte. Si.
Pero el salto cuántico posterior a las XII tablas y al Digesto y las instituciones romanas vino con el fin de la monarquía y el nacimiento del estado nación moderno, en Francia. Un dato clave: no redactó tal código Napoleón, sino Jean Denis Tronchet, jurista brillante y casi olvidado, que logró sistematizar siglos de tradición -y las trampas cortesanas de la monarquía- en un código pragmático y laico. Con una visión que él mismo declaró como de absoluta y radical simplificación.
Si algún experto ha de asesorar hoy a Noboa, debe recordar que no se trata de inventar, sino de saber qué heredar y qué descartar. Ecuador necesita su propio Tronchet: alguien que simplifique la mañosa maraña de peros y condiciones burocráticas que lastra el crecimiento que fue, en última instancia, catalizado por Tronchet.