Jaime Antonio Rumbea | Calendario

Pocas cosas son más estructurales en nuestra vida que cómo usamos el calendario
Nadie sabe a ciencia cierta si el calendario fue inventado para registrar el pasado o para proyectar el futuro. Pregunta simple, respuesta imposible.
Si digo que es herramienta de planificación, olvido que también es memoria. La tribu necesitaba recordar cuándo y por qué se firmó la paz, cuándo llovió o cuándo llegó la helada. Sin saber la fecha en que sembré o recibí un encargo de mis ancestros o vecinos, jamás sabría cuándo cumplirlo. Visto así, el calendario nace de un registro histórico.
Los historiadores recuerdan que el calendario no es neutro. Glassner lo muestra desde Mesopotamia: fechas que parecían repetirse en ciclos, como una onda sinusoidal. Las crisis y las soluciones regresaban. Útil para dinastías que, siglos después, debían mantener el control social con nombre e historia. En un mundo sin más gobierno que los astros y las estaciones, el calendario era esperanza y control.
Hoy sentimos que todo apunta hacia adelante. El futuro manda. El calendario ya no es arcilla grabada sino aplicación en el celular. Sirve para programar citas y anhelar experiencias. Pero desde siempre fue más que eso: la estructura invisible que sostiene a la sociedad. No hay estabilidad sin calendario. No hay contrato que se cumpla. No hay familia ni autoridad sin calendario. El poder se mide en la capacidad de fijar el ritmo colectivo: obligaciones, intereses, aniversarios, feriados, impuestos, cosechas, campañas. Gobernar es poner a correr a la gente instituyendo eventos venideros e inspirándolos en alguna historia: una consulta, una declaración de emergencia, un anuncio, una oferta. Manejar el calendario permite también decir qué se cumple y qué no.
Llevamos apenas 500 años usando el calendario gregoriano, obra de un papa reformador del calendario juliano, en vigor durante 1.600 años. Nombramos a Julio y a Agosto por emperadores; Enero, Marzo, Abril y Mayo son dioses, Septiembre era el séptimo mes, Octubre el octavo y así hasta Diciembre; solo Febrero tiene historia propia.
Pocas cosas son más estructurales en nuestra vida que cómo usamos el calendario. Bien sea en la vida pública o la privada, dominar el calendario es emancipación.