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Jaime Rumbea: Expectativas

Avatar del Jaime Rumbea

La avalancha de información nos hace incrementar nuestras expectativas

Me apena sentirme forzado, más de la cuenta sin duda, por los temas y las formas que impone el formato de columna de opinión. Soy agradecido con Galo Martínez: jamás en los años que llevo escribiendo en Expreso, ni él ni su equipo han abonado a esa pena que, como cualquier otra, es al final solo mía, subjetiva.

Hace poco el dueño de X resumía en una entrevista: cualquiera tiene hoy más información a su disposición que la persona más influyente del mundo hace treinta años; por ello las expectativas de la gente sobre sus posibilidades en la vida han cambiado, ampliándose exponencialmente -y con ello su frustración y sus ansiedades-.

 Me pasa cuando leo a grandes columnistas a los que puedo seguir gracias al fenómeno digital y cuyo trabajo admiro: me produce frustración que no pueda escribir como ellos. O que nuestra política es así o asado y que el bien hacer que pretendemos machacar los columnistas ni fu ni fa. Preferiría entonces escribir tragicomedia, pero, ¡qué difícil formato aquel! Las estadísticas muestran que los artículos que se comparten son las crónicas más polémicas, rara vez analíticos y casi nunca prescriptivos. Si rara vez antes estuvo una columna detrás de un cambio social generalizado, menos en la era digital.

 ¿Cómo responder a la frustración y ansiedad generalizada a la que se refiere Musk en la reflexión que he citado? ¿Cómo brindar una luz, una guía, tan solo un esbozo del camino, cuando tantos antes que yo y tantos después, en las columnas de opinión, para ser relevantes, para ser compartidos, no hacen más que abonar a la desesperanza?

 Genuinamente me pregunto, ¿de entre los géneros periodísticos, e incluso literarios, cuánto aportaba antes, cuánto aporta hoy, cuánto aportará en el futuro la columna de opinión? Y mientras no soy nadie para proponer una repuesta, sí estoy seguro de que la pregunta es útil en la cabeza de quienes leen y quienes escriben columnas. Yo, por mi parte, tengo en mi vida privada, enhorabuena, suficientes frustraciones y ansiedades propias qué atender como para engordar las ansiedades de otros sobre nuestra tragicómica política. Al menos por el momento.