Adaptación

"Podíamos ser muy exitosos en algo y ahora simplemente no lo somos"
Somos un votante en el voto secreto, otro en el voto nominal. Somos el público atribulados frente a una pantalla y al mismo tiempo los protagonistas de los hechos cuando estamos dentro de la pantalla, aunque no siempre reparamos en esa dualidad. Somos padres o hijos, amigos, enamorados o mercado objetivo según como resultemos para nuestros intereses o los de terceros en el inevitable ahora social.
El famoso pensador francés Pierre Bourdieu fue quién acuñó la sencilla y poderosa expresión “la opinión pública no existe”. Se refería a que la opinión pública descrita por fulano es distinta a la de mengano: las dos son construcciones funcionales. Se nos presenta tal persona, grupo o fenómeno social en un libro, un tuit o un noticiero y nos lucen todos como objetos concretos y medibles, pero no lo son. Vivimos compartimentados entre roles sociales, a tal punto que dejamos de atender a quienes realmente somos.
La pandemia nos ha recordado aquello cuando ha revuelto todos, casi sin excepción, los paradigmas bajo los cuales vivíamos y en los que fluían nuestros roles sociales a diario. Por eso desaparecieron de un momento a otro ciertas neurosis y aparecieron otras. Aparecerán algunas que aún ni siquiera sospechamos. Las que corresponden a nuestras nuevas contradicciones; las que muestran nuestra falta de flexibilidad ante el cambio.
Podíamos ser muy exitosos en algo y ahora simplemente no lo somos; éramos mercado de unos y ahora siendo mercado de otros, algunos nos sentimos mejor y otros peor. ¿Por qué?
Escuché a la rectora de una prestigiosa universidad hablar esta semana sobre resiliencia. Ella, experta en física de materiales, usó términos que bien aplican a las personas: resiliencia es la resistencia a la deformación.
Somos entonces las personas tan resilientes como los roles que podemos jugar, sin perder nuestra esencia, sin rompernos por cumplir allá o acullá, donde incluso entra en juego la tolerancia. Aprovechemos la crisis para ampliar nuestra resiliencia y no limitarla, así como enseñar a los que nos siguen a cultivar ese atributo tan importante de la humanidad: la adaptación.