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Veinte años no es nada

Más allá de los inevitables chauvinismos que invocan una mal entendida soberanía, debemos preguntarnos si fue conveniente o no la dolarización.

Todos habremos escuchado Volver, uno de los más afamados tangos compuesto en 1934 por el legendario Carlos Gardel. En dicha canción se evoca la nostalgia de volver después de largos años a la vida pasada. Romantiza el volver, aunque sea con una frente marchita y sintiendo que es un soplo la vida, y que veinte años no es nada. Así, con esa misma melancolía, hemos visto a muchos rememorar la extinta moneda sucre al cumplirse veinte años de la dolarización en el Ecuador.

Sin duda que causa nostalgia el acordarse de los coloridos sucres que circularon por más de un siglo. Pero, más allá de los inevitables chauvinismos que invocan una mal entendida soberanía, debemos preguntarnos racionalmente si fue conveniente o no la dolarización.

Para poder contestar esta inquietud debemos primero tratar de entender cuál es el origen del dinero. Una definición sencilla es que el dinero es un instrumento de intercambio de bienes y servicios preexistentes o por generarse. Y si sabemos que los bienes y servicios no caen del cielo sino que deben crearse con trabajo fecundo, podremos deducir que el dinero es la medida del esfuerzo y del ingenio del hombre.

Siendo el origen real del dinero una representación de trabajo y esfuerzo no debería sino honrarnos el tenerlo. Evidentemente, cuando la fuente del dinero es el robo o la expropiación este se vuelve ilegítimo. Dicho de otra manera, cuando el origen del dinero es el esfuerzo humano, su fuente es legítima, pero cuando el origen de este es el robo, la expropiación o la emisión inorgánica, su fuente es ilegítima. Verdad de Perogrullo.

Una característica del dinero ilegítimo es que nunca resulta ser un honor para quien lo obtiene así, sino todo lo contrario. El dinero de fuente ilegítima se constituye en estigma para el sinvergüenza, pues el dinero siempre será un efecto y se negará a sustituirse como causa cuando esta no existe. El dinero cuyo origen real es la virtud, nunca hará virtuosos a los ladrones, ni dará gloria a los indignos de gloria.

En el caso del extinto sucre, el Estado ecuatoriano nos estuvo saqueando descaradamente durante décadas el producto de nuestro trabajo. Nos sometió a hiperinflaciones que no solo robaron el valor de nuestro dinero, sino que fueron causantes directas de dolorosas crisis económicas y bancarias.

La remembranza del oprobioso sucre trae a colación las palabras de Francisco d’Anconia en La Rebelión del Atlas: “Cuando el dinero deja de ser el instrumento por el cual los hombres tratan unos con otros, entonces los hombres se convierten en instrumentos de los hombres. Sangre, látigos y pistolas o dólares. Escoged -no hay otra opción- y vuestro tiempo se está acabando”.

Sin lugar a duda, Volver es uno de los tangos más lindos y famosos de Carlos Gardel. Denota la nostalgia natural que sentimos aquellos que pintamos canas sobre tiempos pretéritos. Sin embargo, para efectos del aniversario veinte de la dolarización, yo me quedo con otro tango de Gardel, curiosamente compuesto también en 1934, llamado El día que me quieras. Para mí, que soy orgulloso del origen de todo lo que tengo, la dolarización fue definitivamente amor a primera vista.

¡Hasta la próxima!