La hora más gloriosa

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"...los ecuatorianos hemos sido rehenes de un liderazgo político gris que se ha debatido entre miedos escénicos, intereses políticos, afanes de figureteo o simplemente una incompetencia prístina".

Neville Chamberlain y Winston Churchill tuvieron mucho en común. Ambos ocuparon el cargo de primer ministro de Inglaterra, fueron miembros del partido conservador, y tuvieron que enfrentar los horrores del nazismo.

Chamberlain, antecesor de Churchill, optó por no confrontar a Hitler. Tras varias visitas al Führer en Múnich, Chamberlain, con tal de evitar el conflicto, permitió que el Reich invadiera Austria y Checoslovaquia, haciéndose de la vista gorda ante los inminentes actos belicistas alemanes. Se conoce que tras oír el lamentable discurso que anunciaría la “paz para nuestros tiempos”, epítome de la política de apaciguamiento de Chamberlain, Churchill sentenciaría: “Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, y también tendrás la guerra”.

Día 51 de encierro forzoso y vuelve la burra al trigo con esta octava entrega sobre el falso dilema de elegir entre #salvarvidas y #salvarlaeconomía. El hombre masa, que ‘ab initio’ estuvo seducido por la falacia ‘ad populum’ de que este encierro nos liberaría del desastroso coronavirus, comienza a despertar de su quimera. Aún soñoliento comienza a percibir que el virus seguirá ahí y que habrá nuevos pacientes cero, pero lo que quizás ya no esté ahí será su trabajo, o el fruto de este. Y al aumentar ese riesgo de manera exponencial, también aumenta el peligro de una explosión social.

Evidentemente, los ecuatorianos hemos sido rehenes de un liderazgo político gris que se ha debatido entre miedos escénicos, intereses políticos, afanes de figureteo o simplemente una incompetencia prístina. Sin embargo, el haber devuelto la responsabilidad del regreso al trabajo a los alcaldes nos enciende una esperanza. No solo por un mayor ‘accountability’, sino porque nos ofrece la posibilidad de que ciudadanos y municipios enfrentemos juntos esta pandemia con valentía y responsabilidad.

Nuestros alcaldes tendrán que optar entre la resiliencia de Churchill y la cobardía de Chamberlain. Los tiempos y las circunstancias así lo ameritan. Y la historia -y sus electores- los juzgarán acordemente.

Winston Churchill siempre tuvo claro que era imprescindible enfrentar a Hitler a cualquier costo. Ese carácter resolutivo y determinante fue la diferencia que permitió el triunfo final de Inglaterra y sus aliados sobre la amenaza de las potencias del Eje. A pesar de su desventaja bélica inicial, Churchill tuvo el temple de resistir junto al pueblo inglés en su “hora más gloriosa”, de acuerdo con sus propias palabras. Fue ese talante de Churchill frente a la adversidad la sutil diferencia que resultaría en el triunfo más sublime. Una misma circunstancia para dos yos distintos: idealismo versus mediocridad.

Así, el inexorable juicio de la historia le daría a cada uno su respectivo sitial: la gloria para Churchill, el olvido para Chamberlain. Y esa gloria siempre va acompañada de varias leyendas, acá una que Churchill legaría para la eternidad: “Me preguntan: ¿cuál es nuestro objetivo? Puedo responder con dos palabras: la victoria, la victoria a toda costa, la victoria a pesar del terror; la victoria por largo y difícil que sea el camino; porque sin la victoria no hay supervivencia”.

¡Hasta la próxima!