Iván Baquerizo | Luz y Jubileo en Navidad
Hay miles de ecuatorianos que trabajan, emprenden, ayudan, educan y cuidan sin esperar permisos ni aplausos
En la tradición católica, el actual año de Jubileo es un tiempo de gracia, perdón y renovación. Se celebra cada 25 años y nos ofrece una oportunidad para reconciliarnos, reparar errores y renovar la esperanza. Es un llamado a reconocer la fragilidad humana y a reafirmar nuestra responsabilidad hacia los demás. La idea de reseteo moral y social resuena con fuerza en los tiempos que vivimos.
La Navidad, a su vez, es un jubileo anual y un recordatorio de estos mismos principios. La vida suele atraparnos en la urgencia y la coyuntura, pero las sociedades no se sostienen solo de la política o de lo colectivo, sino de virtudes, ejemplos y acciones concretas. La dignidad humana no nace del poder ni del Estado, sino de la persona misma. Por eso la caridad no sustituye la justicia, sino que la complementa. Allí donde el Estado no alcanza -y muchas veces incluso estorba- florecen las obras de la sociedad civil. Ecuador tiene una larga historia de solidaridad organizada y eficaz.
La reciente visita de la Junta de Beneficencia de Guayaquil al Vaticano, donde el Papa recibió y bendijo su obra, tiene un valor que trasciende lo protocolario. Que haya sido en este año de Jubileo no es circunstancial. Es un reconocimiento a una institución que encarna una verdad incómoda para el colectivismo: la solidaridad auténtica nace de la libertad. Hospitales, hogares, atención a los más vulnerables y servicios esenciales siempre surgieron de ciudadanos que decidieron actuar y servir.
Recordar esta visita nos conecta con el espíritu del Jubileo; reflexión, reparación y reinicio. Así como el Jubileo invita a reconciliarse y renovar la esperanza, la labor de la Junta y la acción de miles de ecuatorianos demuestran que siempre es posible reconstruir la sociedad desde la responsabilidad, el compromiso y la solidaridad.
En un país golpeado por la violencia, la pobreza y la desconfianza, este mensaje es profundamente esperanzador. Ecuador no está condenado a la resignación. Hay miles de ecuatorianos que trabajan, emprenden, ayudan, educan y cuidan sin esperar permisos ni aplausos. Hay una sociedad civil viva que responde. El pesimismo paraliza; la responsabilidad moviliza.
La Navidad nos recuerda que incluso en la noche más oscura puede encenderse una luz. Que el bien existe, que es posible y se multiplica cuando se comparte. Una nación se reconstruye cuando sus ciudadanos asumen su rol, fortalecen instituciones, respetan la ley y extienden la mano al que más lo necesita.
Ahora más que nunca, los ecuatorianos debemos levantar nuestra voz, tender la mano al prójimo y demostrar que la paz se construye con acciones pequeñas pero constantes. Cada gesto de solidaridad, cada iniciativa cívica y cada decisión de enfrentar el miedo con responsabilidad cuenta. Juntos podemos resistir la violencia y sembrar esperanza. Porque como bien decía Martin Luther King Jr.: “Podemos aceptar decepciones finitas, pero nunca perder la esperanza infinita”.
Que este tiempo navideño sea también un Jubileo para nuestra conciencia cívica, un llamado a renovarnos, reconciliarnos con nuestros compromisos y construir un país donde la libertad y la solidaridad florezcan lado a lado. ¡Feliz Navidad a todos!
¡Hasta la próxima!